Podíamos ser más

LOS ABORTOS legales en España han rebasado el medio millón en los últimos diez años. Puede distinguirse entre legalidad y legitimidad, pero como los permite la ley no puede decirse que se hayan perpetrado, sino que se han llevado a cabo. Se ha conseguido, por unas razones más o menos razonables, que algunas vidas no tengan trayecto y su principio coincide con su final. Ser proabortista es una palabra horripilante, pero quede claro que jamás me ha parecido algo idéntico impedir que crezca una semilla que talar un árbol del parque. Se habla de asesinato, pero no es igual el de un feto que matar a don Joaquín, por ejemplo, que es un tipo muy aburrido, que opositó con éxito al Catastro y que paga puntualmente el carné de socio del equipo de su ciudad. Quiero decir y creo que lo digo con toda claridad, que la equiparación de los homicidios se hace sin base jurídica, aunque se apoye en columnas teológicas. Para frenar el incremento de embarazo no deseados hay ya otros sistemas, que no excluyen el placentero trámite. No todo el mundo aspira a perpetuar su estirpe desaforadamente. Desde que el buen clérigo Maltus estuvo a punto de ser linchado cuando expresó su teoría de que los bienes del mundo son limitados y por lo tanto el número de sus habitantes también tiene que tener límite, han pasado muchos años. Los ginecólogos piden más educación sexual y acceso generalizado a métodos anticonceptivos. ¿Cómo no ser partidarios de la maternidad y la paternidad conscientes?. Todo debe ser consciente, desde la manera de conducir cuando se tiene prisa hasta el modo de beber gin-tónic cuando se tiene sed. Es cierto que podíamos ser más, pero también lo es que hay mucha gente repetida. Los que acuden a las rebajas de los grandes almacenes y los que asisten a los mítines políticos pueden comprobarlo. Cada año se producen en España 18.000 nuevas gestaciones en adolescentes. Se quedan embarazadas en un abrir y cerrar de piernas. Hay que tener más cabeza.