LA VELETA
Las reglas de la democracia
CUALQUIER relación humana requiere unas reglas que permitan la convivencia. La política también o, mejor dicho, sobre todo. Sin reglas que determinen los comportamientos, la labor del Gobierno y la de la oposición se hacen imposibles. El mejor ejemplo de las consecuencias de una ausencia de reglas son las dictaduras; allí sólo vale la voluntad del tirano. Las reglas pueden ser mejores o peores, sobre todo en función de que permitan que los representantes de la voluntad popular puedan llevar a cabo las labores de Gobierno, control y representación con eficacia y con garantías. Nuestra democracia ha cumplido ya más de veinticinco años sin apenas revisiones. Las reglas se elaboraron en los tiempos convulsos de cambio de la dictadura a la democracia; hubo que improvisar todo el andamiaje democrático y las estructuras al mismo tiempo: una labor ingente acosada por sombras peligrosas; el terrorismo golpeaba con fuerza cada día, los nostálgicos del pasado ponían arena en los engranajes y una parte importante del ejército afilaba los sables ante cualquier oportunidad. Carecíamos de una tradición democrática sólida y reciente que amparase los criterios que estábamos inventando. Es tiempo de revisar las reglas: la democracia está lo suficientemente asentada para hacerlo siempre que los partidos tengan la grandeza suficiente para mirar al largo plazo y no a los intereses del lugar que ocupan ahora mismo. La petición de Rajoy de modificar las sesiones de control, es razonable. Pero debe ser extraordinariamente modesto a la hora de plantearla porque todavía tiene caliente su sillón en un Gobierno que durante ocho años exprimió el reglamento a su favor para zafarse de cualquier control; entonces no ignoró los débitos y las limitaciones de la oposición sino que participó en una ceremonia de autoritarismo y control en la que las sesiones del Parlamento eran tan memorables como para fabricar una caricatura del control del Gobierno . Todo lo que haya que decir sobre los déficit de nuestro sistema parlamentario hay que hacerlo en los procedimientos de la reforma del reglamento del Congreso. Y Mariano Rajoy no sólo deber mirar las piedras que ahora aprietan su zapato.