Diario de León

DESDE LA CORTE

Galicia sin respuesta

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FERNANDO ONEGA
León

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JOSÉ María Aznar, como presidente del Gobierno, no consiguió entender la sensibilidad de algunas comunidades. No entendió la sensibilidad política, y eso agravó el problema territorial y dio lugar al crecimiento de los nacionalismos. Menospreció reclamaciones económicas, y provocó agravios comparativos. Y, por último, su talante le llevó a omisiones que los ciudadanos entendieron como menosprecio. Es el caso de Galicia: después de todo el sufrimiento del «Prestige», Aznar, envuelto en un halo de renuncia al populismo, no supo dar la limosna de un cariño personal. ¿Se puede repetir la historia con Zapatero? En sensibilidad autonómica, no. Hoy por hoy no pone resistencias a las demandas de reformas de los estatutos. El peligro está en la gestión de los intereses. Hay indicios de que se dispone a pagar precios por los apoyos recibidos: los internos, que le llevan al rápido saldo de la deuda histórica con Andalucía, y los externos, que veremos en la solución de la financiación de otras comunidades. Como en Galicia el apoyo interno no fue decisivo, y los apoyos externos son más testimoniales que efectivos, empiezan a encenderse las alarmas. Ayer mismo coincidieron dos noticias. Por una parte, se eliminó a la sociedad Urovesa, de San tiago de Compostela, del contrato de fabricación de vehículos militares. La beneficiada ha sido Santana. Por otra, la ministra Magdalena Álvarez se pronunció sobre el Plan Galicia de forma inquietante: para hablar, primero, de que la comunidad tiene previstas «demasiadas líneas de AVE» y para anunciar, segundo, algo tan etéreo como «importantes inversiones». Es decir, un «algo se hará», que ha sonado como una operación de entretenimiento sin fechas, ni dotación presupuestaria. Todo eso cae sobre la sociedad gallega como un mazazo a las esperanzas que se habían depositado en el nuevo gabinete. Medios de comunicación y clase política preguntan qué pasa con el Plan Galicia, que mereció exactamente cinco palabras en la investidura. Y la respuesta, un día tras otro, es la evasiva o ese genérico «importantes inversiones». Está resultando imposible arrancar un compromiso, como si el Plan estuviese sometido a revisión o quién sabe si a condena. Eso sí: a la hora de pedir el voto, están los primeros. Vigo acaba de ser el escenario de un gran mitin donde fueron halagados los oídos de los asistentes. Pero la esperanza dura 48 horas. Justo las que tarda la primera decisión sobre un contrato. Justo las que marcan la frontera del desencanto.

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