EL RINCÓN
El verdadero enemigo
DOS COCHES bomba estallaron dos minutos después de que Ghazi al Yawar, que es un gordito relleno con cara de buena persona, fuese nombrado presidente de Irak. Antes le habían ofrecido el cargo a Adnan Pachaci, que contaba con el apoyo de Estados Unidos y de la ONU, pero no con el del Consejo, y renunció a tal honor. Una medida de prudencia, que dicen que es la más alta virtud política. Hay países donde pasar a la historia equivale a tener enormes posibilidades de pasar a mejor vida. Esta que conocemos, «tan doliente y tan corta», es bastante mala por culpa de los eventuales habitantes del planeta. Hay gente que no tiene agua y otra que no tiene comida. Más de tres millones de personas fallecen anualmente por causas relacionadas con la falta de suministro de agua. «La vida es agua. No hay que despilfarrar ni una gota», se ha dicho en el Forum de Barcelona, donde nos han explicado que cada dólar invertido en agua rinde casi treinta y cuatro dólares. La que no vayamos a beber no hay que dejarla correr: debe aprovecharse para regar los campos, que siempre dan algo. Nos pasamos el tiempo registrando atentados, bombazos y revueltas. Siempre se habla del enemigo. ¿Quién dijo que quien siempre habla del enemigo y no otro, es el verdadero enemigo? La verdad es que desde que empezó a girar esta absurda bolita de guá perdida en el cosmos los enemigos han sido siempre los mismos: la crueldad, la ignorancia y la miseria. Comparecen siempre y en muchas ocasiones a la vez, cuando hay una desgracia, pero así como la crueldad parece que forma parte de nuestra naturaleza, que no está hecha a imagen y semejanza de nadie, la ignorancia y la miseria son cosas que pueden ser derrotadas. No hablamos de Irak, ni de Palestina, ni siquiera de África, de la que nadie hala. En la vieja Europa hay 37 millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza. El peligro de sentar a tantos pobres a nuestra mesa es que luego no quieren levantarse.