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FERNANDO ONEGA
León

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ALGUNOS MEDIOS, obsesionados por sacarle los colores al gobierno porque es socialista, se empeñan en una discusión menor: el gabinete no cumplió su compromiso de aprobar el anteproyecto de ley contra la violencia doméstica en su primer Consejo. El Gobierno, fácil para caer en esas trampas, argumenta que su promesa era que esta ley sería la primera en ser aprobada. ¿Qué más dará? ¿Qué importancia tiene ese detalle? Lo trascendente es que el año pasado se denunciaron 50.000 casos de malos tratos, y que en cinco meses de 2.004 han muerto cerca de treinta mujeres. Frente a esa epidemia, ya tenemos algo: el borrador de medidas que presentó el ministro Caldera. ¿Suficientes? Habrá que estudiar con detalle el anteproyecto y ver las aportaciones que hacen el Consejo Económico y Social, el Poder Judicial y el Consejo Escolar. Suenan bien, de entrada, las consultas a esos organismos, que inauguran un nuevo estilo de legislar, con participación de la sociedad civil. Si ése es el diálogo que quiere instaurar Zapatero, aplausos. Sólo requiere un complemento: que haya la misma voluntad de aceptación de enmiendas de los demás partidos en el debate parlamentario. Dará gran legitimidad a la futura norma. ¿Eficaces? Eso lo demostrará la aplicación de la ley. Visto lo adelantado ayer, no se puede pedir mucho más. Hay endurecimiento de penas, cuando hasta ahora parecía que estas agresiones podían salir gratis si uno topaba con un juez comprensivo. Hay voluntad de prevención, que será la auténtica medida de la ley. Hay propósito de protección, que obligará a un esfuerzo policial sin precedentes; tan grande como el efectuado ante el terrorismo. Hay lo más fácil, porque se resuelve con talonario, que es la asistencia a las víctimas. Y, según el ministro de Trabajo, hay dinero. ¿Esperanzados? Las ilusiones son libres. Este cronista pertenece al sector escéptico, por tres motivos: uno, porque muchos casos de violencia, y algunos de los más graves, están protagonizados por parejas extranjeras, cuya existencia en ghettos hacen muy difícil la prevención. Segundo, porque esa violencia tiene raíces culturales profundas. No es que la copla cante «la maté porque era mía». Es que el refranero está lleno de incitaciones a matar a la mujer. Y tercero, porque aquí también se cumple el viejo principio: donde hay alguien dispuesto a matar, se puede cometer un crimen. La obligación de todos, empezando por el gobierno, es evitarlo. Con una sola vida que se salve, esta futura ley habrá valido la pena. Por muchos millones de euros que nos cueste.

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