La herencia de Álvarez Cascos

ERA PREVISIBLE. Lo denuncié en más de una ocasión, aun a costa de sufrir no pocas cartas al director poniéndome a parir. No bajé la guardia y el tiempo, capaz de curar lo que en ocasiones la razón no puede, se ha convertido en gran aliado. El nuevo Gobierno socialista, y especialmente la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, cuando ha llegado a su Departamento, se ha encontrado con un panorama desolador. No sólo tiene agotados los presupuestos para este ejercicio económico y para el que viene, de manera más o menos irregular según la Intervención del Estado, sino que hereda una deuda de más de un billón de pesetas entre el GIF y Aena. Vuelve a demostrarse, una vez más, que con los gobiernos de Aznar no hubo déficit cero, sino maquillaje. Aparcaban las deudas en cuentas paralelas. Además de los agujeros negros del Gestor de Infraestructuras Ferroviarias y Aena, sombreaban a Televisión Española y a la Sepi como si no fueran del Estado. Pero lo más grave que ha encontrado Magdalena Álvarez es que la mayor parte de las obras que decía el ex ministro Francisco Álvarez Cascos haber inaugurado en campaña electoral -salía a cuatro por semana-, o no tienen proyecto, o no tienen presupuesto, o no tienen estudio de impacto ambiental, o carecen de los tres requisitos. La ministra Magdalena Álvarez ha confesado que llevar a cabo las obras previstas va a exigir cumplir con los más elementales trámites legales y económicos. Una declaración que ha sido aprovechada por el Partido Popular asturiano -«es una puñalada en el corazón de los asturianos»-y por la Junta de Castilla y León para acusar al Gobierno de querer paralizar obras como la variante de Pajares. José Luis Rodríguez Zapatero ha tranquilizado a las huestes: no se paraliza nada. Sólo se trata de hacer las correcciones precisas. Y, a lo que parece, son muchas. El festival que se montó durante el último año el Napoleón de las traviesas, sin más tiempo que para inauguraciones, helipuertos para un día, jaimas, canapés, azafatas, ejecutivos con trajes de Armani, y esculturas compradas a su novia, no podía ser serio. Algo olía a chamusquina. Ahora se ha descubierto que no era otra cosa más que propaganda. Una propaganda que se hacía con el dinero de todos los españoles. Y como el dinero era de todos nosotros, el asunto merece más explicaciones de las que tenemos. El Ministerio de Fomento tiene la obligación de explicarnos, punto por punto, el estado real de cada uno de los proyectos pendientes o prometidos, así como cuánto nos costó el festival inagurador de Álvarez Cascos con las tribus que le acompañaban y si realmente se le debe reclamar el despilfarro de los dineros públicos en actos partidistas y particulares. Y si en el Ministerio no lo saben, porque no dejaron documental o la destruyeron, como en el caso del Prestige , debe pensarse en invertigarlo seria y concienzudamente. La herencia de Álvarez Cascos, al que Aznar calificó como el «mejor ministro de Fomento de todos los tiempos», no la celebraría ningún beneficiario.