El Jacobeo marcha atrás

EL QUE más y el que menos tiene que soportar estos días, a poco que se asome a la ventana, el siguiente paisaje: un tipo con barba y pinta de gafe, que dice llamarse Mayor Oreja y te pide el voto para ser «fuertes en Europa»; al lado la jeta de otro sujeto, que responde al nombre de Borrell, con aspecto cachondo más que sospechoso, el cual quiere que «volvamos a Europa»; y, debajo de ambos carteles, una larga fila india de europeos zarrapastrosos de allá para acá y no al revés, como vamos a hacer los españoles este domingo votando indistintamente al PP o al PSOE para ir al parlamento de Bruselas. Aquí hay algo que no cuadra. Para ser mejores que los guiris , los franchutes o los cabezas cuadradas alemanes que pasan a diario por la acera de enfrente no hace falta mucho, según el tendero de la esquina, harto de que le pregunten dónde está el albergue gratis en vez de comprarle cecina o, por lo menos, salchichas. Y también el tabernero de la estación tiene su propia teoría al respecto, de modo que a los europeos camino de Compostela les ofrece sólo tortilla de patata, a más no llegan, mientras que a los que en el pueblo tenemos billete para Hendaya nos suministra de todo porque pagamos a tocateja. Las elecciones europeas del próximo domingo se plantean desde los grandes partidos políticos con un complejo de inferioridad que le recuerda a uno cuando tenía trece años y no sacaba a bailar a la novia sin ponerse antes las hombreras debajo de la chupa por las fiestas del pueblo en previsión de que viniera otro más fornido del pueblo de al lado. No vea usted cómo son Europa y las mujeres. Todavía hoy en los Países Bajos las madres asustan a los niños, en vez de con el diablo, con un «si no acabas la comida, viene el Duque de Alba». No le diría uno al PSOE y al PP que llegaran a estos extremos, vista la cara de asco que tiene la duquesa Cayetana. Pero por lo menos alguien debería reivindicar por ahí fuera aquello de « zoy ezpañó, cazi ná» .