Los vándalos del Norte

HACE algún tiempo que en Valladolid se llevaron las manos a la cabeza cuando los lunes comprobaban los destrozos que las hordas juveniles habían causado tras su fiebre del weekend noche. «Eso hace tiempo que pasa en León», les dijeron y ellos seguían sin entender que esa fuera toda la respuesta. Ahora, por fin, han estrenado una normativa por la que los simpáticos autores de las barrabasadas tendrán que sacudirse el bolsillo, si les pillan con las manos en la masa claro. Aunque supongo que eso no será muy difícil, pues aunque suelen hacerlo con nocturnidad, pocas veces el silencio les rodea, ya que es más propio alardear de lo fuerte o lo bruto que se es. Pues en León, que llevamos con esa fiebre mucho más tiempo, todavía resulta barato armarla. Y cuando se ha hablado de aplicar esa ley no escrita que dice que «el que rompe paga» no todos están de acuerdo. Claro que no creo que haga falta consenso para aplicarla, sino simple sentido común. El mismo que nos indica que es horrendo e incluso peligroso tapar con spray señales indicadoras de tráfico, llenar las fachadas y todo el mobiliario urbano de carteles pegados, por no hablar de papeleras, semáforos y señales destrozadas. Todo ese vandalismo puede y debe evitarse, pero para ello, igual que para todo, sólo hace falta querer. Se trata de hacer nuestra ciudad más habitable y se consigue así, igual que se logra evitando las molestias de esas pequeñas motos de baja cilindrada cuyo ruido es inversamente proporcional a la velocidad que alcanzan. Acabando con esos amantes de la música, tan generosos que quieren compartirla con todos y llevan las ventanillas de su buga bajadas y el volumen a tope. O los graciosos que quieren gritar a los cuatro vientos su felicidad por una boda o las fiestas de su pueblo y lo hacen tirando cohetes, aunque sea a las cinco de la madrugada. En fin, de todos los que no se enteraron de aquella campaña televisiva de los años setenta que decía «Piense en los demás» o, simplemente, piense.