Diario de León
Publicado por
JUAN VÁZQUEZ
León

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LAS IMÁGENES del pequeño Bahía reposando en las entrañas del océano transmiten una sensación de paz por la que se hace difícil imaginar lo que fueron sus últimas horas en la superficie, con el barco tomando las olas de amura y aleta mientras pudo hasta que recibió un golpe de mar, quizás de través, y encapilló una de las erupciones de espuma de cuatro metros de aquella noche que barrió su cubierta y se llevó a Jaime, Hermindo, Antonio, Manuel y Enrique, los cinco tripulantes que estaban fuera, posiblemente intentando largar un ancla de capa o apaciguar a Poseidón con una ofrenda de aceite de motor echado por la borda. Hermindo, el patrón, no lucía entorchados dorados ni guerrera de paño azul, pero se había criado en la mar y ostentaba en su chubasquero amarillo el título de Héroe del Prestige . Nadie tendrá nunca en la España que gobernó los océanos más honrosas medallas al mérito naval. Sus otros compañeros esperaban acontecimientos: Antonio, Luis, Juan Antonio, José Antonio y Leopoldo, que como tenía claustrofobia eligió la estancia más amplia, la cocina. Ya está en Redondela, y su cuñado, que lo identificó, se maravilló de la frescura que mostraba su rostro. El barco tenía... tiene un bello nombre, lleno de significado, porque la visión de la bahía representa para el marino el abrigo y la cercanía de su casa, la tierra amiga que abre sus brazos al horizonte, muy distinta de la costa escarpada, oscura amenaza contra la que la mar arroja a sotavento todo aquello que le molesta. Las imágenes muestran al pequeño pesquero como recién pintado, vivo, libre del peligro que constituye para los barcos la política pesquera de Bruselas y el desguace en tierra. Los navegantes ya tendrán para siempre su Bahía a cincuenta metros por debajo de las Sisargas.

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