EL RINCÓN
Gente de confianza
SI LA primera virtud de un político es la prudencia, la segunda es la de no fiarse de nadie, especialmente al pertenecer a un mismo partido. Las peores ideas surgen entre los que comparten su ideología. De ahí el conocido grito de ¡cuerpo a tierra que vienen los nuestros! Los cálculos sobre traiciones suelen establecerse, siguiendo la estadística que afectó a nuestro señor Jesucristo, en uno por docena. Quizá sea benévola. Hay más iscariotes, pero no todos reciben oferta por su delación. Hago estas modestas reflexiones al enterarme de la denuncia del grupo socialista al alcalde madrileño Ruiz Gallardón por haber contratado a 400 altos cargos a dedo. De ser así, hay que reconocer que no ha tenido tiempo material para practicar la tan fea como extendida costumbre de meterse el dedo en la nariz, por otra parte incompatible con sus acreditados buenos modales. Disponer de 400 hombres de absoluta confianza para recompensarles nombrándoles altos cargos es toda una plusmarca. En muchos casos, sus únicas credenciales son que quien les nombró se fía de ellos. Un currículo corto. Ocurre que para confiar en una persona hay que haberla tratado con asiduidad y haber compartido situaciones ingratas. Por mucha vida social que se haga, nadie puede conocer en profundidad a 400 personas. No ignoro que en la amistad también puede darse el flechazo, pero ni Cupido tiene en su carcaj tantas municiones. Los hermanos son los amigos que se eligen, aunque en este caso sean hermanos de leche política, pero si se tienen tantísimos hay que sospechar que qué leche van a ser hermanos. Recuerdo una fotografía que apareció en el semanario taurino Dígame, en ocasión de un homenaje a Manolete. En un hermoso patio de Córdoba estaba el gran torero, en primera fila, sentado en una silla de anea, y en sucesivos planos varios centenares de personas. En el pie de la foto podía leerse: «el diestro rodeado de sus íntimos». Los amigos de verdad comparecen cuando hay necesidad de ellos, no cuando necesitan algo: un sueldo, por ejemplo.