Cerrar
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

Creado:

Actualizado:

EL CUADRAGÉSIMO presidente de Estados Unidos descansaba en paz desde hace bastante tiempo. Agraviado por los años, Ronald Reagan no recordaba que había tenido su oficina en el Despacho Oval y que fue, durante una época, el hombre más poderoso del mundo. Ni siquiera sabía de qué color estaba pintada la Casa Blanca. Su gran memoria, imprescindible para su antigua profesión de actor, había sido sustituida por el gran olvido del alzheimer. Quiere decirse que al que han enterrado en Washington con todos los honores y alguno más era otra persona, muy distinta a la que fue en el pasado. Se confirma la definición de Quevedo: cuando se juntan pañales y mortaja, nos quedamos siendo «presentes sucesiones de difunto». Reagan era un optimista que tenía motivos para serlo: había ganado la guerra fría sin necesidad de desenfundar, como cuando hacía de secundario en las películas del oeste, donde el bueno siempre acaba llevándose a la chica rubia y, lo que tiene mucho más mérito, funda un rancho sin tener un dólar suelto. Para ser un gran presidente de Norteamérica, como Jefferson o como Franklin D. Roosevelt, hace falta, entre otras, una condición fundamental: que el pueblo americano crea que ha sido un gran presidente. Reagan fue velado durante más de 36 horas y miles de ciudadanos anónimos pasaron por la rotonda del Capitolio. «Todas las pompas son fúnebres», dijo nuestro Julio Camba, pero hay que reconocer que éstas han sido más pomposas que fúnebres, ya que su protagonista había pasado a mejor vida con anterioridad a su óbito. En el funeral, donde no se podía dar un paso sin pisar a un jefe de Estado, la que se lució fue Margaret Thatcher. A sus 78 años, la Dama de Hierro sigue usando como detergente «Tres en uno». Bush padre, en cambio, lloró de más. Una lágrima queda bien en un discurso, pero un llanto empapa los argumentos, que encogen a medida que se oyen. En cuanto al actual presidente, Bush junior, su intervención no decepcionó a nadie: todo el mundo sabe lo que se espera de él.

Cargando contenidos...