Llegan los intérpretes

NO HABÍA nubes por encima del domingo y aunque junio empezó a excederse en sus ardores, puede decirse que el día era espléndido. Como para tener novia formal. En esas circunstancias, sólo el 46 por ciento de los votantes pensó que lo mejor que podía hacer era acudir a las urnas. Ya se sabe cómo somos: a veces, lo que más nos interesa no es lo que más nos importa. Es el momento de los intérpretes, que se aglomeran para descifrar la aritmética electoral. Para unos, la noticia es que el PSOE ha vuelto a ganar y, para otros, lo relevante es que el PP ha acortado distancias en sólo dos meses y se coloca a dos puntos de los ganadores. También existe un tercer grupo: el compuesto por los abnegados investigadores que rastrean las causas del descalabro de IU, que ha perdido dos de los cuatro escaños que tenía y por más que busque no va a encontrarlos. Ya se sabe que mucha gente, si quiere permanecer fiel a un partido, tiene que cambiar de opinión y, si quiere seguir siendo fiel a sus opiniones tiene que cambiar de partido. La que ha ganado estas elecciones ha sido la indiferencia. Quizá las anteriores las ganó Bin Laden y en estas la clave ha sido El egipcio. Cualquiera sabe, lo cierto es que los vencedores están celebrando con tristeza su triunfo y los que han perdido festejan alegremente su derrota. Eso de que puedan cambiar las tornas anima a algunos en idéntica medida que alarma a otros. Lo que parece improbable es que el resultado, al borde del match nulo, haya estado influido por el anteproyecto de ley para la violencia doméstica, la derogación por decreto de la LOCE o el anuncio de la derogación del PHN. La gente está en otras cosas. En la calle de lo que se habla es de los dos goles de Zidane en tiempo de descuento, no del vapuleo que sufrió Chirac o del batacazo de Schröeder. La Eurocopa 2004 es lo verdaderamente apasionante. Ahí sí que los resultados son trascendentes. Conozco a muy pocas personas que se abstengan de encender el televisor.