Abismo europeo

ES SORPRENDENTE la tibia respuesta de la clase política a lo ocurrido en las elecciones europeas del pasado domingo. Una abstención como la que arrojó la media del continente en esa consulta creo que debería haber hecho saltar las alarmas de los responsables de esta compleja construcción a la que los ciudadanos parecen haber dado la espalda, indiferentes ante algo que ven lejano, incomprensible, cargado de intereses en los que no se ven reflejados. El asunto es aún más sorprendente en los países del este recién incorporados, que en poco más de un lustro han pasado del oscurantismo estalinista al consumismo occidental sin que los resultados de las urnas reflejen el más mínimo entusiasmo. El cansancio por las recientes e intensas elecciones generales españolas no es motivo suficiente para justificar la enorme abstención del domingo pasado en nuestro país. No ha faltado algún analista que ha comparado positivamente nuestro nivel de participación con el de las presidenciales norteamericanas. El que no se consuela es porque no quiere, pero la clase política europea debería reflexionar seriamente sobre lo ocurrido antes de que el abismo entre dirigentes y ciudadanos sea tan profundo que cualquier demagogo fotogénico se aproveche de la circunstancia. En nuestra comunidad, sólo el empate técnico de León aporta un mínimo de tensión a un territorio que seguirá gobernando el PP hasta que el Duero desemboque en el Mediterráneo. Parece claro, sin embargo, que los socialistas recuperan energías en su feudo berciano, aunque las extrapolaciones hacia las municipales de Ponferrada pecan seguramente de excesivo optimismo: queda mucho mandato por delante, es una incógnita la situación de las pequeñas formaciones y los dos grandes partidos deberán esforzarse por aclarar sus problemas internos.