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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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HAY VECES que la memoria duele y, lo queramos o no, los trágicos atentados del 11-M, cuando Madrid se convirtió en una ratonera de odio y sangre, siguen marcando a fuego tanto el alma como el recuerdo de los afligidos españoles. Poco a poco se van conociendo nuevos detalles y datos sobre la perversa trama desarrollada por un grupo de fanáticos con alma de samurai, cuyo exarcebado ego y ruin funcionamiento mental provocaría entre los trabajadores madrileños una masacre caracterizada por la necia e indiscriminada diplomacia del dolor. Ahora sabemos, por ejemplo, que los matarifes radicales entretenían sus ratos libres reuniéndose en una peluquería del barrio de Lavapiés, donde purificaban sus chimeneas interiores con agua de La Meca como peculiar vía hacia una iluminación definitiva. Así vivían y se refocilaban en un universo alternativo, experimentando con el mal y derivando hacia el disparate en lo que parece un argumento salido de la retorcida mente de Dostoievsky. Otro tipo tallado en soplete es el nuevo detenido Osman El Sayed el Egipcio, un marroquí autoproclamado imán que presume, según las esclarecedoras conversaciones telefónicas interceptadas por la policía italiana, de ser el cerebro y máximo responsable de la barbaridad acontecida en Madrid. Se trata de un personaje increíble, con un talante que oscila entre el de un asesino en serie y el de un presentador de televisión, auténtico maestro en el arte del trauma y distinguido por una demagogia milagrera que realmente pone los pelos de punta. No se explica de otra forma su aseveración de obrar según «la voluntad de Dios», considerando a los inocentes asesinados como pobres sabandijas dignas del exterminio. Terrible es el corazón del hombre.