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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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AHORA QUE ya tenemos Constitución Europea empezamos a darnos cuenta de que en España van a faltar botijos. La derogación del trasvase del padre Ebro ha devuelto la alegría a algunas regiones, al mismo tiempo que ha instalado la pesadumbre en otras. Los políticos siempre se bañan en el mismo río, ya que lo que pretenden es darse un baño de multitudes. ¿Qué puede aportar más votos, el cumplimiento del Plan Hidrológico Nacional o su anulación?. Sin duda los estudios demográficos habrán dejado el asunto más claro que el agua. ¿Qué sale más caro, el metro cúbico líquido trashumante o el que se obtiene en plantas desaladoras?. Todo parece indicar que el precio depende del partido gobernante. Los zahoríes que auscultan el subsuelo lo que siempre encuentran son grandes vetas de egoísmo. Parece como si las Autonomías estuvieran enemistadas y ya se sabe: al enemigo ni agua. A fuerza de subrayar singularidades y de buscar por todas partes, incluso donde no hay, rasgos diferenciales, todos los pueblos están convencidos de que son incomparablemente mejores que el pueblo más próximo. Su campanario es más bonito y sus moscas son más gordas. Este arte de dividir España, que es un país de distancias íntimas, ha progresado mucho en los tiempos últimos. Nosotros somos nosotros, se dice con frecuencia, remarcando una hostilidad hacia los que han tenido la desdicha de nacer veinte kilómetros más arriba o veinte kilómetros más abajo. La consecuencia es que hemos llegado a ser, no sin esfuerzo, la nación con más extranjeros que vinieron al mundo en el mismo territorio. Cuando se dijo ¡agua va!, se expandió el júbilo en Valencia, en Murcia y en Almería. Ahora, los que están contentos son los aragoneses. De perdidos, al río. O a las desaladoras. Sólo los pobres dan de aquello que les falta. Los ricos, aunque sólo lo sean en hectolitros, se resisten a donar una parte de lo que les sobra. En España siempre ha escaseado el agua en los sitios donde no abunda. Un mal reparto, pero estamos peor de solidaridad. No hay ni gota.

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