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JUAN F. PÉREZ CHENCHO
León

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NO CAÍ EN LA TENTACIÓN de acercarme a El Cote Inglés para pedirle a Ana Botella, esposa del ex presidente del Gobierno, José María Aznar, que me rubricara su libro Mis ocho años en la Moncloa . Quizá me hubiera despachado, por cortesía, con un garabato. No en vano estuve en la lista negra de periodistas de Castilla y León cuando su marido fue presidente regional y ejercía de vocero Miguel Ángel Rodríguez. Pese a todo, lo he comprado. También el de su esposo. Y el de Alfonso Guerra. Y el compartido por Felipe González y Juan Luis Cebrián. Y el de Óscar Campillo, en el que me cita, sobre José Luis Rodríguez Zapatero. Son libros que en las solapas, en lugar de la biografía sumaria del autor y el resumen sucinto de la obra, llevan una tarjeta visa. Libros puntuales. Puro oportunismo. El que no compraré es el de Bill Clinton - Mi vida - que engordará sobremanera su cuenta corriente, y en el que aborda su relación con la becaria Monica Lewinsky. No me creo su hipocresía de dormir muchas noches en el sofá, ante el ataque de cuernos de su esposa Hillary. Creo más a Alfonso Guerra cuando le preguntó Sánchez Dragó - Blanco sobre negro - si se arrepentía de algo, y confesó: Hasta los 17 años, de nada; después, sí; después me arrepiento de haber tomado muchos cafés con gente que no soportaba. Concluyó la firma de ejemplares de Ana Botella en El Corte Inglés y se abrió la séptima edición de la Pasarela de moda que avala León Gótico. La teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid ya no tiene palmito para desfilar. Si hubiera sido hoy, media hora más tarde, podría acudir al recital de fado y guitarra portuguesa que se celebra en el patio del Palacio de los Guzmanes. En las retinas de los leoneses aún se mentienen la decepción y el ridículo, el fracaso pleno de la selección frente a Portugal. La noche del domingo, en vísperas de estrenar el verano, queda anotada en negro en el calendario deportivo español: Los leoneses tuvimos que presenciar cómo, pese a que la Cultural goleó a un Playas con pájara , según tituló con intención e ingenio este periódico, se desbordaba el júbilo en Lleida. Fue la primera amargura. El segundo negro sobre blanco lo sufrimos en el GP de Indianápolis de F-1. El piloto asturiano Fernando Alonso, tras una salida majestuosa -pasó del noveno al tercer puesto- apretó los dientes de rabia al reventarse la rueda de su bólido a 340 por hora. Y el gran borrón: España cayó derrotada en Lisboa. No, no; no es hoy un buen día para la nostalgia del fado. Menos mál que, a continuación, se escenficará en la Plaza de San Marcelo la Noche de humor , y acto seguido llega la fiebre del martes noche con David Bisbal. Estamos en fiestas y me aferro a la crítica blanca, aunque cada día sea más negra la que protagoniza la UPL. Es más preocupante y ha quedado más clara tras la reunión extraordinaria del comité ejecutivo, y el homenaje en Carrasconte de los militantes de Laciana, Babia y Luna, al fundador José María Rodríguez de Francisco. Un homenaje liderado por el edil de Cabrillanes, José Álvarez, al que apodan El Reo. La disensión es absoluta. La UPL no es un partido para dividirse. Sería un suicidio. Y llevan ese camino de negro sobre blanco.

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