Fuegos artificiales

LA TEORÍA del caos sostiene que el aparente desorden del universo está regido por una fuerza que acaba por situar a cada elemento en su sitio y evita el cataclismo. Si se considera al Ayuntamiento de León como una miniatura del globo celeste, la UPL resulta una representación bastante exacta de la anarquía cósmica, y su efervescencia acabará por demostrar que a veces hacen falta revoluciones para que todo pueda seguir igual. Lejos de interpretarse la ebullición de la UPL como el avance de un giro en el pacto de gobierno municipal, la crisis interna deberá ser compensada con una imagen de serenidad en lo institucional si los leonesistas no quieren perder una credibilidad ante su electorado que ya está muy tocada. Quizás -casi seguro- la mayoría desearían hacerlo, pero ya no se lo pueden permitir. Su crédito político, como el bancario, está al límite. Aunque en política no existen las certezas absolutas, el PP necesita el apoyo de al menos dos concejales de la UPL para arrebatar la alcaldía al PSOE. De Francisco y Covadonga Soto, su caballo de Troya en el partido, serían suficientes, pero a día de hoy Amilivia y el ahora concejal del nuevo grupo mixto ni se sostienen la mirada. La segunda traca de los fuegos artificiales de San Juan la prendió ayer (o mejor la apagó) Tomás Villanueva con un pacto para que Antibióticos renuncie al cierre temporal de su fábrica que pretendía llevar a cabo en agosto. El acuerdo es una mera ilusión de pólvora y colores que sólo sirve para dar oxígeno al consejero de Economía y Empleo, que tiene demasiados frentes abiertos a la vez. La herida se volverá a abrir pronto, seguro, porque si todo fue una broma que se podía arreglar cogiendo las vacaciones en agosto, la gracia la tienen justo en el mismo sitio que Jennifer López.