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FERNANDO ONEGA
León

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¿QUÉ PASA? ¿Que no se puede preguntar por la Monarquía? Expreso esta duda después de ver el revuelo que organizó el último barómetro del CIS. Hombre, no es un prodigio de oportunidad, buen estilo ni elegancia publicar esa encuesta el mismo día de la onomástica del Rey. No es un ejemplo de cortesía meter en la recepción del Palacio Real un sondeo que dice que más de la mitad de los españoles consideran a la Monarquía algo antiguo. Suena extraño, por no decir que suena a cachondeo, preguntar a los españoles, a estas alturas de la película, si creen que la Monarquía es de origen divino. Pero suena más extraño todavía que haya un 7 por 100 de ciudadanos que piensen que sí, que un rey procede directamente de Dios; «de la pata de Dios», que diría un castizo. Dicho eso, pongamos un poco de orden. No se puede decir que haya una mala opinión sobre la Monarquía, cuando el 81 por ciento la considera «enraizada» en España y el 49 por ciento entiende que da estabilidad a la nación. Ya quisieran otras muchas instituciones presentar ese nivel de aceptación. Un país cuyos mayores hemos sido educados contra los Borbones; un país cuyos jóvenes no han apreciado en directo los extraordinarios servicios de Don Juan Carlos a la democracia; y un país del que decimos que no tiene monárquicos, sino juancarlistas, tenía que sentir un mayor recelo. Si no lo siente, es una buena noticia para la Corona. Respecto a ese 55 por ciento que considera a la Monarquía «superada hace mucho tiempo», ¿de verdad le extraña a alguien? ¿No es lo que escuchamos todos los días? Desde luego, no vamos a ser tan papistas que nos pongamos a predicar que la Monarquía es el sistema más moderno. Lleva por lo menos un par de siglos sin serlo. Y no lo será nunca, por muchas Letizias que las familias reales de todo el mundo incorporen a sus palacios. Ese 55 por 100, lejos de escandalizarnos, debe encerrar una lección: lo que lo hace moderna y vigente a la Monarquía es el talante de quien lleva la corona. Es su funcionamiento. Es su honestidad y su austeridad. Es el ejemplo de los Reyes y su entorno. Y es su respeto a la soberanía nacional y su sometimiento a las normas constitucionales. Los republicanos no se hacen en una fábrica ni en una escuela de formación. Mientras los Reyes sigan teniendo el comportamiento que han tenido, y mientras sus hijos no protagonicen escándalos ni abusos de poder, los monárquicos puede estar tranquilos: no tienen nada que temer. La revolución republicana puede esperar.

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