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DESDE LA CORTE

Moisés y la tierra de promisión

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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CUANDO ACABE el congreso socialista, a Rodríguez Zapatero van a tener que ponerle el esclavo que llevaban los césares cuando eran aclamados por sus victorias: «Recuerda que eres humano». No es que lo vayan a elegir por unanimidad. No es que lo vayan a aclamar. No es que esté destinado a salir a hombros y por la puerta grande. Es que le están dedicando tal cantidad de piropos, elogios y lisonjas, que él mismo tiene que empezar a dudar si ha nacido en León o lo encontraron en un cestillo en el Nilo, al estilo de Moisés. Es una incógnita biográfica, porque, después de escuchar algunos discursos congresuales, los hechos de ZP empiezan a ser comparables a los del mítico hebreo. Como él, le ha dado esperanzas al pueblo elegido, lo ha encaminado hacia la tierra de promisión, abrió el mar del poder para que pasaran los militantes hacia su nuevo destino. Y esto lo dijo José Blanco: fue el único que hace cuatro años anunció que «el partido no está tan mal» y emplazó a todos a «la esperanza de 2004». Además, Zapatero es profeta. Permitidme estas concesiones a lo frívolo para enmarcar el Congreso socialista que ayer se inició. Pudo haber sido un congreso de tensiones, quizá incluso de sepultura de Zapatero, si los españoles no hubieran tenido la ocurrencia de entregarle el poder el 14 de marzo. Pero la han tenido, Zapatero fue el autor material de la victoria, y ahora es de justicia que la militancia le exprese gratitud. Digo más: toda gratitud es pequeña para quien hace cuatro años cogió un partido desalentado, descabezado y deprimido y lo proclamó tres veces ganador en las urnas. Por tanto, el objetivo prioritario de este Congreso es poner al santo en su peana. El siguiente, demostrar a propios y ajenos que tiene una base sólida y unida, sin fisuras, que se llama PSOE. Y el tercero, transmitir la impresión de que lo están haciendo de maravilla y a gusto de todos. Utilizando una expresión de Aznar, con perdón, son el mejor gobierno de la historia. Ante eso, deben aparcarse todas las diferencias y discrepancias. No debe haber ni un chirrido. No ha de volar ni un moscardón. Todo lo demás es accesorio. Hasta Rodríguez Ibarra ha dicho que del problema territorial se habla «cuando no hay otra cosa de qué hablar». Las únicas grandes incógnitas se centran en saber cómo se repartirán las cuotas de poder. Y la filosofía de fondo la desvela José Blanco: «Mantener viva la esperanza que hemos despertado en más de once millones de españoles». Es decir, convalidar las urnas de marzo. Es eso. No busquéis más conejos en la chistera.