¡Qué bonita es Ponferrada!

HACÍA varios años que no andaba por Ponferrada y el sábado me sorprendió muy gratamente lo que vi. Me refiero a la peatonalización del centro, porque el Templario y las rotondas ya las conocía, pero la plaza del Ayuntamiento estaba en obras para el aparcamiento la última vez. El conjunto ha quedado estupendo y me alegro por todos los bercianos de lo bien rematadas que están sus obras. Es curioso, pero no hay en sus suelos baldosas rotas (no puedo decir lo mismo de las de la plaza de Regla, donde lo difícil es encontrar una entera); sin que viera gran profusión de papeleras su suelo no está sucio, lleno de bolsas y papeles. Los pequeños jardines de la plaza de la Encina no tienen reborde de granito y sin embargo no están destrozados. Han colocado allí una fuente para beber y bancos consistentes y en general todo está bastante cuidado. ¡Qué decir de las orillas del Sil! Las han arreglado, pero sin destruir nada ni hacer obras faraónicas. Grandes piedras para encauzar y una barandilla metálica, así como un caminito estrecho sirven para quien quiera pasear, sin lujos ni despilfarros. Pero lo que más me llamó la atención fueron los contenedores de aluminio del casco viejo. ¡Estaban limpios!, no sucios y rodeados de desperdicios como los que vemos en el Húmedo. Entonces recordé que a Ponferrada le dieron recientemente un premio como ciudad limpia, que ya había recibido también el año anterior y llegué a la conclusión de que ese premio debía ser de verdad, porque se lo merecían, no como el que dieron a León en París por una peatonalización que ha tenido que ser mil veces reparada y las que le quedan. Claro que no todo es perfecto en la capital del Bierzo, porque el entorno del Castillo, la calle Tras la Cava, está igual que en la época de los templarios. Y es una pena, cuando se ha hecho tanto en la parte delantera, aunque los coches sigan entrando por Gil y Carrasco, e incluso estacionando bajo la muralla del Castillo. Algo habrá que hacer.