DESDE LA CORTE
Los interiores de la trama
UN POCO tramposillos sí que son. Me refiero a los diputados de la Comisión del 11-M y, en general, a los políticos que tienen algo que ver con ella. Veamos: el martes y 13, el señor Martínez Pujalte, del PP, sorprendió a la concurrencia pidiendo que todos los documentos del CNI referentes al atentado sean desclasificados. Pero la sorpresa fue mayor cuando se escuchó al representante de Esquerra Republicana oponerse a tal desclasificación. Lo he visto en televisión, y parecía un portavoz del gobierno Zapatero, del entusiasmo que ponía. ¿Le había entrado al PP algún mal y quería sacar a la luz unos papeles que hace unos meses le parecía que afectaban a la seguridad del Estado? Y, respecto a Esquerra, ¿ya se ha contagiado del espíritu oscurantista del mismo Estado, y se pone al frente de la ortodoxia del secretismo? El misterio duró muy poco. Lo que quiere el PP que se difunda es el documento que ayer filtró: el que revela las llamadas de Carod-Rovira a Otegi para agitar la jornada de reflexión. Y Esquerra se opone por lo mismo: para no ver a su líder con el culo al aire. La partida fue ganada por quien tenía ese papel o potestad para enviarlo a un periódico: alguien del PP que, o bien hizo copias de los documentos del CNI o sigue teniendo influencias para que esos documentos salgan de sus archivos. Esta secuencia anuncia lo «divertida» que será la segunda parte de la investigación, cuando se analice qué pasó el 13 de marzo. Ahí se quedará pequeña la palabra más repetida hasta ahora, que es «mentira». Vamos a ver resultados de espionajes, acusaciones de golpismo, imputaciones de voluntad de condicionar el voto ciudadano y, Dios no lo quiera, lanzamiento de dudas sobre la limpieza del proceso electoral. No es mal aperitivo lo que insinúan los dirigentes de Esquerra: si se sabe lo que Carod-Rovira habló con Otegi, puede ser porque ha sido escuchado de forma ilegal por los agentes del CNI. Todo esto forma parte de la historia, y hay que agradecer que salga a la luz. Pero no impide que empecemos a sentir gran inquietud ante algunos comportamientos en la esfera pública. Descubrir las maniobras y mendacidades de Carod para agitar el patio nos hace preguntar qué tipo de ciudadano sin escrúpulos es ese señor. Ver que se usan documentos secretos para el beneficio de un partido es abuso de poder. Y comprobar que los servicios de inteligencia son un «gran hermano» que lo controla todo, nos darían una gran tranquilidad. Pero la realidad final es que no intuyeron a los criminales del 11-M, quizá porque estaban espiando a Carod. ¿No era eso lo que ocurría con Franco?