EN EL FILO
España, el Sáhara y el Magreb
MÁS QUE destejer la política exterior de Aznar, Zapatero teje una política distinta. De Washington como centro gravitatorio de nuestra acción internacional, a la hipotenusa Berlín/París, común a dos triángulos de la realidad Norte/Sur europea; de Irak a Afganistán, desplazando las tropas españolas hacia la legalidad representada en todo momento por las Naciones Unidas, y, ahora, del mal entendimiento con Marruecos a la búsqueda de un buen entendimiento con el Magreb. No son fáciles las relaciones equilibradas con los países magrebíes. Durante decenios, la diplomacia española, especialmente durante la dictadura franquista, veía en el norte de África más cercano a nuestras costas un taburete de tres patas. Para suavizar alguna altanería de Marruecos, se reactivaban las relaciones con Argel, y si Argel alentaba a un delirante independentismo canario, se reforzaban las relaciones con Rabat. Mauritania, sólo servía ocasionalmente a España, sobre todo a partir de la evacuación del Sáhara español, en cuyo destino se intentó desde Madrid, y se logró teóricamente, comprometer a la diplomacia mauritana. No sólo Estados Unidos, cuyas relaciones con Marruecos son privilegiadas, como demostraría el desamparo de Washington durante la agonía de Franco al Gobierno español, en beneficio de la ocupación del Sáhara occidental por el ejército marroquí, es un país interesado en una solución razonable para el futuro de esa territorio desértico y rico, en fosfatos y pesca al menos, y en el que los saharauis se sienten con derecho a habitar su independencia. También Argelia, en cuyo territorio sobrevive el pueblo saharaui, Marruecos obviamente, Francia de refilón, Mauritania por condescendencia fronteriza, y España, por responsabilidades históricas, son partes interesadas. Y , en primer lugar, la ONU, que habría de convertirse nuevamente, y así se pretende ahora, en el 'think tank' planetario que estudie y elabore la solución más asumible por las partes, en sintonía con ellas. El segundo plan Baker sobre el Sáhara lo ha retirado el propio Baker, retirándose él, y esa retirada supondría un enfriamiento en el proyecto de referéndum que nunca se realizó ni tuvo visos de poder realizarse sobre la independencia del Sáhara o su integración en Marruecos. La monarquía alauita no puede ceder en este asunto ni un milímetro, y los saharauis, que llevan casi tres décadas de espera, empezarían a intuir que el referéndum con el que vienen soñando es más bien una quimera.