Unidos por el terrorismo

MÁS QUE unidos «contra» el terrorismo, vemos estos días al PP y al PSOE unidos «por» el terrorismo, en la famosa madre de todas las comisiones, cuyas vicisitudes permiten a algunos diputados demostrar que han leído algunas de las novelas de Erle Stanley Gardner, creador de ese personaje de ficción llamado Perry Mason. Creo que todavía no ha sucedido, y es posible que no suceda, pero todavía no pierdo la esperanza de escuchar a alguna de sus señorías comenzar una pregunta con el famoso latiguillo «¿Y no es más cierto que...?». Quedaría ideal. Ideal de la muerte, que es lo que existe al fondo, a mano derecha, a mano izquierda, y en el centro. La impresión que tienen los empadronados con los que hablo, y que puede estar tan equivocada como la del portero o la del subdirector general de la Policía, es que Acebes cayó en la tentación de confundir la realidad con sus deseos; y, en la acera de enfrente, el dolor por las víctimas se fue paliando, neutralizando y desapareciendo, a la vez que se sospechaba que el atentado traería un vuelco electoral. El futuro e inmarcesible número dos del PP, señor Acebes, lo puede negar con esa seriedad de opositor a notarías, y, en el PSOE, el señor Blanco puede jurar por sus parientes más próximos que ellos hubieran ganado las elecciones sin el atentado, y es posible que todos tengan razón , pero lo que se advierte en la calle, es esa percepción que he descrito, y que no llena de gloria a ninguno de los dos partidos. Otra cosa es que los políticos no tomen un taxi, no hablen con el médico de cabecera, no echen una parrafada con el camarero del bar de la esquina, no comenten el suceso con el limpiabotas ni lo vuelvan a hacer con el amigo de un amigo, profesor universitario, que está invitado a una de esas cenas de los sábados. Los políticos hablan poco con la gente y demasiado con los conmilitones, asesores y sociólogos de guardia. Si hablaran con la gente estarían más unidos contra el terrorismo y menos ensimismados en el aburrido juego de «y tú más».