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Publicado por
RAFAEL TORRES
León

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DOS AÑOS llevaban los vecinos denunciando las obras insufribles e interminables de la subestación de Unión Fenosa que se incendió el jueves: los ruidos insoportables, el tráfago de maquinaria pesada y de sustancias peligrosas junto a sus hogares, la amenaza permanente, en fin, contra su seguridad y su sosiego. La eléctrica respondía, con esa despectiva altivez con que en España los ricos se dirigen a los ciudadanos, que contaba con todos los permisos del Ayuntamiento (ayer Manzano, hoy Gallardón) y que, en consecuencia, debían quejarse al maestro armero. Y es muy posible, sí, que Fenosa contara con la autorización del gobierno municipal para hacer la vida imposible a sus convecinos, como también es posible que buena parte de las obras peligrosas, que se realizan en Madrid cuenten con las preceptivas licencias si no para matar, sí para que la gente prefiera morirse. A la hora de escribir esta columna con la pluma tinta en indignación de ciudadano e hijo de Madrid, no está muy claro el origen del incendio que pudo devastar una parte del centro histórico y artístico de la ciudad, pero sí aparecen algo más diáfanas algunas responsabilidades del Ayuntamiento, cuyos máximos responsables, por cierto, no aparecieron en la zona del siniestro ni arbitraron con diligencia las medidas de ayuda y socorro más elementales (información, agua...) a los vecinos evacuados de sus casa. Responsable, también de la degradación del Cuerpo de Bomberos, cuyos miembros se hallan en huelga por la penosa situación en personal y recursos de ese importantísimo servicio y, en todo caso, por primar los intereses de los que convierten Madrid en una ciudad inhabitable e insegura con sus obras desordenadas y salvajes frente al interés general del vecindario.