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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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A LA COMISIÓN del 11-M le faltaba una guinda. Había conocido contradicciones, disculpas, presuntas mentiras, usos políticos y manipulaciones externas. Pero le faltaba convocar a un alto cargo que llegara a aquella sala del Congreso que investiga el 11-M y dijera que, casualmente, de ese asunto no tiene ni idea. Es lo que se llama buena puntería. Excelente puntería. Ese señor ha sido nada menos que el Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño. Una de dos: o los comisionados se equivocaron de persona, o la persona convocada es un cachondo. O ambas cosas. El señor Fungairiño no supo hasta el jueves que se había encontrado una furgoneta en Alcalá de Henares. Y lo supo porque le llamó una radio argentina. Si no se hubiera producido esa llamada, Fungairiño hubiera preguntado a la Comisión qué es eso de la furgoneta; la «fregoneta», que dicen los modelnos que aprenden a hablar ante el televisor. La clase política está alterada. La derecha le aplaude, e ignoro por qué. Llamazares quiere su linchamiento. Otros le disculpan alegando que usó la ironía. Un sector piensa que menospreció al Parlamento. Y otro flanco sospecha que se burló de la Comisión. Estamos ante el «enigma Fungairiño». ¡Qué pena que el señor Fiscal no lea los periódicos por «higiene mental»! Por eso, si algún lector lo encuentra por la calle, le ruego que le traslade esta súplica: háganos el favor, don Eduardo; no cambie su declaración; no se deje condicionar por las presiones políticas; no deje que una matización estropee tan bella historia. Aunque le digan que ha mentido, mantenga su tesis. Encontrar a un Fiscal de la Audiencia que no escuchó hablar nunca de la furgoneta es como encontrar a un obispo que jamás oyó mencionar el milagro de los panes y los peces. Es como encontrar a un diputado del PP que jam ás ha visto la foto de las Azores. Es como un ministro de Zapatero que nunca oyó hablar del talante. El señor Fungairiño tiene muchos méritos. Pero, desde este episodio, reúne en su persona todos los ideales que en este tiempo se pueden acariciar. Es, por supuesto, el ideal de trabajador de la Justicia, porque ya me diréis qué tipo de presiones externas pueden influir en sus decisiones, como no sean los documentales de la BBC. Es el modelo soñado de funcionario público, que ignora por completo lo que ocurre en el despacho de al lado. A este cronista le entusiasmó su ignorancia, porque al fin vio la cara de un personaje de esos que hacen porcentajes en las encuestas para decir que no saben quién es Aznar o Zapatero. Hay un caso peor.