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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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LA MOROSIDAD de los bancos, cajas de ahorro y cooperativas de crédito ha caído a mínimos históricos. Los españoles, que siempre hemos sido muy valientes para endeudarnos, empezamos a calcular mejor nuestras posibilidades para pagar las deudas. Las entidades financieras cada vez están más seguras de que van a resarcirse con creces de los créditos concedidos bajo el apartado «de dudoso cobro». Hay que reconocer que tiene mucho mérito, dada nuestra afición a gastar dinero, que podamos correr con nuestros gastos. Lo de los bancos es más fácil. Rothschild, que debía de saber algo acerca de su gremio, dijo que un banquero es un hombre que presta a otro el dinero de un tercero. Lo auténticamente difícil es que alguien nos otorgue más confianza de la que tenemos en nosotros mismos. ¿Cómo es posible que vivamos por encima de nuestras posibilidades? Estamos rodeados de personas que, precisamente por estar llenas de deudas, se han hecho acreedores de alabanzas. Lo que ocurre es que nos duele admirar, en la misma medida que nos gusta compadecer. Por eso siempre hay más gente en los entierros que en los homenajes, aparte de que la entrada sea gratuita. A Lance Armstrong se le están reconociendo sus méritos porque no hay más remedio, pero ya hay quienes solicitan que demuestre que no es un extraterrestre, pero por ejemplo al omnipresente juez Garzón se le siguen regateando. Ahora han impedido su elección como presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Los expertos en envidias y venganzas consideran el veto a don Baltasar como el castigo de los magistrados conservadores por su oposición a la guerra de Irak, pero eso es suponer que los señores magistrados están llenos de ardor guerrero. En fin, mérito, lo que se dice mérito, lo tiene ese médico alicantino que seleccionando embriones ha impedido, por primera vez en el mundo, la transmisión de la ceguera hereditaria. Un guerrero de la ciencia al que quizá no le importe que se diga su nombre.