Cerrar
Publicado por
PANCHO PURROY
León

Creado:

Actualizado:

DIFIEREN las opiniones sobre los efectos del trabajo. Para los vagos, currar les recuerda la maldición bíblica de ganarás el pan con el sudor de la frente, arrojado Adán del paraíso. El paro deprime y un empleo bien remunerado alegra y da confianza al que lo consigue. Una investigadora francesa, Marie-Helene Bouvier, ha demostrado la relación entre trabajo y salud en las mujeres, argumento de peso contra los machistas que propugnan el alegato de la señora en casa, con la pata quebrada. Al estudiar la mortalidad femenina, en todas las clases de edad, desde los 20 a los 65 años, observa que son más longevas las activas que las inactivas y, en particular, tienen una salud de hierro las casadas que trabajan mañana y tarde. Así pues, trabajar supone un efecto protector, aunque el análisis del fenómeno resulta complejo. Por un lado, si tienes vida laboral, significa que te seleccionan por valía y capacidad de competir, además de que las empresas realizan chequeos periódicos de salud que facilitan la precoz detección de problemas físicos. La pregunta del millón es por qué padecen supermortalidad las mujeres caseras, inactivas, aunque se deslomen en rutinas de cocinar, hacer la compra, lavar, planchar, fregar, atender a los niños y otras.. En este gremio, proliferan casos de alcoholismo y abundancia de patologías derivadas de neumonías y cardiopatías isquémicas. En resumen: acudir a un trabajo en la calle supone enfrentarse a una selección fisiológica y social favorecedora de la longevidad. Para desgracia masculina, los tíos, currantes o sin pegar palo al agua, palmamos mucho antes que las mujeres. Una teoría zoológica achaca este fenómeno a la similar forma de engorde de osos y féminas, acumulando grasas en culo, espalda y muslos. El macho humano echa barrigón, funesta capa adiposa que arruina digestión, circulación y respiración. La gordura en retambufa, muslamen y lomos no deteriora la buena marcha de nuestras costillas.

Cargando contenidos...