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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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DESDE que se estableció la costumbre de juzgar a los gobiernos a los 100 días justos de ocupar el poder, se hacen los balances con anterioridad a las partidas. Aún no los podemos conocer por sus obras y por lo tanto debemos acogernos a sus proyectos y a su capacidad de ilusionar a la decaída población civil, que sigue caracterizándose por su credulidad. El presidente José Luis Rodríguez Zapatero ha hecho balance de ese trimestre largo, lo que le ha obligado a ser, al mismo tiempo, el profesor y el examinando. Lo que más ha destacado ha sido «la mejoría del clima político» y lo que menos le ha gustado es que el submarino británico Tireless haya estado en Gibraltar, si bien menos de 100 días. El ultimátum del ministro Moratinos, que le dijo que se fuera cuando le diese la gana, fue cumplido a rajatabla. Creo que Zapatero lleva razón en las dos cosas. El famoso talante es más grato que el anterior y la política parece menos hirsuta. El nuevo presidente es un hombre simpático y al anterior nadie la injurió hasta el punto de atribuirle esa condición. Otro problema distinto es que la simpatía, que no cabe duda que es una forma de inteligencia, sea suficiente para gobernar. Parece demostrado que las cualidades que se requieren para guiar y dirigir una nación no son exactamente las mismas que se precisan para ser un excelente 'maitre' de un hotel de cinco estrellas. Y hablando de estrellas, es pronto para saber si José Luis Rodríguez Zapatero es un hombre de buena estrella, pero no lo es para saber que ha empezado con buen pie, favorecido por las meteduras de pata de sus antecesores en el mando. Lo del loby contratado por vía de «imperiosa urgencia» para gestionar la medalla de Aznar va a seguir dando mucho juego. Habrá que esperar a los mil días para tener una idea más fundada de cómo va a ir el reparto de la felicidad o, dicho de otra manera, la disminución de la desdicha. En España van a pasar muchas cosas con el paso de los días. Nuestro país nunca ha carecido de emoción.

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