EL RINCÓN
La profecía
DESPUÉS de haber contribuido eficazmente a la destrucción de su país, que por cierto no era el suyo, el ex presidente Alberto Fujimori quiere ponerse al frente de un nuevo Gobierno de reconstrucción nacional. Exiliado de Perú desde hace cuatro años, Fujimori reside en Japón, que por cierto sí es su país, aunque le llamen El Chino. Tuvo que huir cuando se desató el escándalo de corrupción de su asesor Vladimiro Montesinos, que estaba muy mal atado, pero ahora desea regresar cuanto antes. «Seré candidato a la Presidencia», ha pronosticado. Según el ex mandatario, las encuestas le sitúan en el primer lugar de la preferencia de voto, lo que le autoriza a decir que está obligado a responder al «sentimiento popular». Aunque no sea peruano no puede defraudar a sus compatriotas y aunque esté inhabilitado para ejercer cualquier cargo público quiere volver a ser jefe de Estado. Decir que en Perú se viven momentos difíciles es innecesario, ya que eso ocurre desde la llegada de los conquistadores. Aquellos héroes palúdicos les dejaron la palabra, pero se llevaron todo lo demás. Todo el territorio aimara está revuelto y de vez en cuando se lincha a algún alcalde. Los indios siguen «entremuriéndose», que dijo Pablo Neruda, mientras crían llamas de provocativo contoneo y cultivan patatas al borde de sus casas de adobe. La democracia peruana se resiente de falta de demócratas y según los analistas políticos corre grave riesgo por culpa de la corrupción que rodea al presidente Alejandro Toledo. El ex secretario general de Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, ha dimitido como embajador peruano en Francia y se teme la desbandada. Nada de lo que pase en Hispanoamérica, Latinoamérica, Sudamérica o como quieran llamarle puede sernos ajeno. Sobre todo a los que la hemos recorrido de cabo a rabo. Quizá lo peor que pueda pasar ahora es que vuelva esa especie de nieto de Fu-Man-Chu de paisano llamado Fujimori. Se dice que el poder es una conspiración permanente y hay quien no puede vivir sin esa puerca tarea.