Cuestión de supervivencia

HÉROES y princesas. Los modelos de la educación de niños y niñas están obsoletos, pero se reproducen bajo el axioma supuestamente incontestable de que ellos son más dados, por naturaleza, a desarrollar la fuerza y ellas a cultivar con sutileza la belleza y los sentimientos. Todavía hay madres que comparan a sus hijos con una niña cuando lloran, padres que encauzan a sus hijos casi fanáticamente por las competiciones de fútbol, familias que imponen a las adolescentes horarios más limitados para salir que los de sus hermanos y más responsabilidad en las labores del hogar. Se ha hecho una apertura de los ámbitos tradicionalmente masculinos -fútbol incluido- a las mujeres -las conductoras de autobús son ejemplo visible- pero aún falta por dar el paso en sentido contrario -apenas se ven niños en danza o en gimnasia rítmica- y de ese déficit los principales perjudicados son los hombres y los niños. El mundo gay ha salido del armario y los metrosexuales -hombres heterosexuales que cuidan su estética «como mujeres»- están a la última en tendencias. Pero el hombre sigue en una nebulosa de confusión entre su estatus privilegiado del pasado y la incertidumbre ante el papel que el futuro (no) le tiene asignado. Se sospecha, por el ancho mundo, que al hombre le falta asumir valores feminizados, que no femeninos. Parece una cuestión de supervivencia en la que tercian incluso las compañías aseguradoras de accidentes de tráfico. Un informe de Unespa asegura, sin prejuicios, que las mujeres logran la destreza en la conducción dos años antes que los hombres, «al menos en la pericia de evitar accidentes graves». «La mayor aversión al riesgo que demuestran las titular del carné de conducir» está detrás de esta conclusión. Las compañías sospechan, incluso, que la pérdida de pericia en el vehículo que se observa en las mujeres entre los 41 y los 55 años se debe a que «a esas edades las mujeres son requeridas por los hijos para que les presten el coche».