El otro

EN LAS elecciones presidenciales norteamericanas debieran votar todos los ciudadanos del Imperio. Mi voto sería para el candidato Kerry, que no me gusta nada, pero me repele menos que Bush. Ojalá gane este ex guerrero, multimillonario gracias a la salsa rosa de su señora, que cuando hace el saludo militar llevándose la mano extendida a la altura de la sien se ve forzado a abrir la boca. El hombre se batió como un valiente en Vietnam, si bien no en defensa de su patria, sino en ataque, y eso contrasta mucho con la actitud del actual presidente, al que camufló su papá en lo más recóndito de la retaguardia. Se cuenta del gran poeta Heine que un joven aspirante le mostró dos sonetos, rogándole que le dijese cuál era el mejor para publicarlo en determinada revista. Heine leyó el primero y salió inmediatamente de dudas. - «El mejor es el otro». Creo que eso nos ocurre a mucha gente, incluido un alto número de estadounidenses. Si no nos impidiera votar nuestra calidad de metecos, nos inclinaríamos sin el menor titubeo por el rival de Bush, fuera quien fuera. Aunque fuese Mike Tyson. No se trata tanto de calibrar los méritos del candidato John Kerry, sino de tener presentes los exhibidos por George W. Bush. Si los votantes se guiaran por lo que dice el candidato demócrata, entre confetis y globos de colorines, podrían sentirse invadidos por la vacilación, pero debe bastarles con saber quién es el otro. La primera encuesta realizada después de la convención le otorga a Kerry una ventaja de cinco puntos. Son poquísimos sin duda. Ahora le espera una gira por 40 ciudades, que en su gran país quedan muy lejos unas de otras. Tendrá que recorrer 21 Estados en 15 días, en unión de John Edwards, que es un abogado que se pasa de simpático, pero que no quiere dejar pasar la ocasión de ser vicepresidente.Entre los dos están empezando a prometer cosas, todas necesarias, como no emprender guerras caprichosas y comprarles sonotones a los espías.