Diario de León

PANORAMA

Blair se ha pasado dos pueblos

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FEDERICO ABASCAL
León

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DESDE la Línea de la Concepción se contempla una visión panorámica del imperio colonial inglés. Si se exceptúa el peñón de Gibraltar, al Reino Unido no le queda otro enclave, bajo soberanía británica, en el que celebrar una victoria de sus ejércitos. Desde esa perspectiva parece excesivamente emocional, como denuncia el Gobierno de Londres, la reacción del Gobierno español por los festejos militares que se están celebrando en la Roca, a los trescientos años de su conquista. Ni el calor sofocante impide en esa plataforma colonial los marciales desfiles, en abotonados uniformes, tan gratos al militarismo inglés. Es posible, sin embargo, que el »premier« Tony Blair se haya pasado algún pueblo al enviar últimamente al Peñón, como actos del protocolo conmemorativo, a la princesa Ana, excelente amazona; al submarino »Tireless«, con sus reactores nucleares y una carga de amianto, y al ministro de Defensa, Geoffrey Hoon, quien hace días escribíó una carta a su colega español, José Bono, diciendo que no se tomara a mal su presencia en las celebraciones gibraltareñas. Y Bono no se lo ha tomado bien ni mal; sólo regular, discretamente. Los españoles desean obviamente recuperar la soberanía, incluso compartida, sobre Gibraltar, pero los más viejos del país experimentan un indisimulado cansancio, en cierto modo histórico, por tantos esfuerzos diplomáticos como desarrolló el franquismo en las Naciones Unidas, sin más beneficio que algún éxito teórico, y por las intermitentes conversaciones, que no negociaciones, entre el entonces ministro español López Bravo y su colega británico Sir Alec Douglas Home, en las que la palabra soberanía no podía siquiera pronunciarse. También cansan tantas negociaciones frustradas durante la democracia, dado el escrupuloso respeto que los Gobiernos de Londres dedican a la libre voluntad de los gibraltareños, comodísimos en su inmodificada situación. Y mientras el Reino Unido sostenga que la colonia goza del derecho a vetar cualquier acuerdo angloespañol sobre la soberanía de la Roca, reanudar las negociaciones bilaterales equivaldría a una pérdida de tiempo, sobre todo para España, pues en el Foreign Office, y sobre Gibraltar, el tiempo no parece existir. Hablaro n ayer en Londres, por imperativo diplomático, el embajador español, Carlos Miranda, y el secretario de Estado del Foreign Office, Denis McShane, y en medios cercanos al palacio de Santa Cruz, sede de nuestra diplomacia, se adelantaba que la conversación, arrancando del presente iba a enfocar el futuro, es decir, las relaciones bilaterales una vez celebrados en el Peñón los trescientos años de su captura militar. Y es lógico. El Gobierno británico ha hecho tragarse tres sapitos al español -Ana, »Tireless« y Hoon- pero ambos ejecutivos valoran más la excelencia de su futura amistad que los hechos que ahora la deterioran. Pero IU se mostraba ayer indignada por la actitud británica y pedía la comparecencia del ministro Moratinos en el Congreso, mientras que el PP lamentó en un comunciado el «visible deterioro de la calidad y fluidez de la comunicación entre Londres y Madrid.

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