Diario de León
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JOSÉ CAVERO
León

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HAN ORIGINADO todo un terremoto, político y económico, las más recientes declaraciones efectuadas por el habitualmente prudente y moderado vicepresidente económico del gobierno, Pedro Solbes. Se ha referido a los presidentes de las empresas privatizadas durante el aznarato, los ocho años de gobierno del PP, y permiten suponer, dice algún analista, «un otoño caliente» en tales empresas o en tales presidencias. Naturalmente, Solbes sostiene la filosofía tradicional: cada empresa es muy dueña de colocar o mantener como presidente a quien le parece más adecuado, oportuno y pertinente. No será él quien fuerce su cese. Pero resulta que «el gobierno ha analizado el perfil de determinados presidentes de empresas privatizadas que operan en sectores estratégicos, y se ha visto sorprendido de las características de algunos de ellos». O sea, que los criterios de designación de tales presidentes, empleados en su día por Aznar y Rato, siguen pareciendo dignos de revisión, por inadecuados, a Zapatero y Solbes. En esa condición de político prudente, Solbes no quiso especificar a qué empresas o empresarios se estaba refiriendo, pero se ha recordado que Aznar y Rato colocaron en empresas clave para la marcha de la economía nacional a unos cuantos amigos: a Juan Villalonga primero y luego a César Alierta en Telefónica, a Alfonso Cortina en Repsol YPF, a Martín Villa primero y luego a Manuel Pizarro en Endesa, a Francisco González en la fusión de BBV y Argentaria. Xavier de Irala y Fernando Conte también se han sucedido en la presidencia de la Iberia privatizada. Cesáreo Alierta y Pablo Isla recibieron el encargo de Tabacalera-Altadis. ¿Eran los más adecuados, o sencillamente, y como más bien parece, eran amigos del gobierno designante? Lo cierto es que un puñado importantísimo de empresas nacionales, de las que hoy cotizan en el Ibex, fueron encomendadas «a dedo» a un puñado de amigos de Aznar y Rato. Y que, sea como fuere, ese puñado de amigos de Aznar y Rato, y unos cuantos más, recibieron un espectacular y envidiable encargo: pasar del sector público al privado a «las joyas de la Corona española» y hacerse cargo de su gestión en la nueva etapa y condición de tales empresas privatizadas. Lo que ha hecho Solbes es poner en duda la validez de algunos, o acaso de todos aquellos nombramientos, y trasladar a los consejos de administración de esas compañías la gran cuestión: ¿Tienen ustedes al presidente más adecuado?

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