Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

Creado:

Actualizado:

ANDRÉ MAUROIS, que de viajes y tierras extrañas sabía bastante, aseguraba que también los extranjeros son seres humanos, aunque los ingleses tengan cierta propensión a olvidarlo. Especialistas en ir por el mundo meando en sopa ajena, su arrogancia casi luciferina propiciaría el nacimiento de las primeras curas de adelgazamiento, como la seguida por el pobre Gandhi para que los británicos dejasen de comportarse como dictadores de horca y cuchillo en su India natal. Tuvieron más suerte que nosotros, pues aquí en España hace 300 años que plantaron sus soberbios reales en Gibraltar y la cosa parece que va para largo. Por si no bastara con la peregrinación anual de ingleses que eligen nuestro país como destino vacacional, convirtiendo las costas mediterráneas en un parque temático de la trifulca donde semejante banda marrana se bebe hasta el agua de los floreros, en el mes de junio tuvimos el privilegio de recibir a la equina princesa Ana, también conocida en los corrillos diplomáticos como «su alteza nalgona». Dicen que a la vista de su físico, una mezcla de Heidi y el conde de Montecristo, y el sombrero que remataba su noble testa, algo así como una rosquilla pasada de cocción, los monos de Gibraltar escaparon en desbandada pues creían, los animalitos, hallarse en los preámbulos del Juicio Final. Y ahora Tony Blair, luciendo esa estulta sonrisa de dientes pletóricos que pone la carne de gallina, nos obsequia con la visita de su ministro de Exteriores, que en lugar de estar petardeando y robando petróleo en Irak, como sería su obligación, prefiere venir a tocarnos los bajos a cuenta de las celebraciones gibraltareñas. En fin, la estupidez siempre busca compañía y, como dice el refrán, Inglaterra está en todas partes, pero parece que tiene el despacho en Gibraltar.

tracking