¡Pobre Carmen!

NI MUERTA le dejan descansar tranquila a Carmina Ordoñez. Con una voracidad desconocida hasta ahora, son muchos los que han convertido su muerte en un espectáculo denigrante, sobre el que alguien, no se bien quién, debería arrojar un poco de luz con el fin de que se sepa la verdad y toda la verdad cuanto antes. Decir como se está diciendo que Carmina no fue encontrada en la bañera de su casa sino en su cama, donde según algunos había pernoctado con un joven marroquí que se había traído de Tanger, no hace más que agregar morbo y suspense a un desgraciado accidente que huele mal desde el momento en que se permitió la exhumación del cadáver sin que se hubieran determinado las causas de su muerte. No se trata de culpabilizar a los amigos que acudieron a su domicilio alertados por la asistenta que fue quién, según sus propias palabras, descubrió el cadáver de Carmina. Se trata de evitar que algunos desaprensivos sigan repartiéndose sus despojos ante la mirada atónita de los espectadores y el horror de unos hijos que intentan permanecer ajenos a todo lo que de su madre se dice en televisión. Una actitud que pienso que les honra pero resulta ineficaz ante el cariz que están tomando los acontecimientos. Pero me temo que una vez más han primado las ganas de añadir salsa picante a un tema que tantos réditos está dando, antes que esclarecer lo que ocurrió aquella noche para que se puedan sacar conclusiones sobre lo pernicioso de la droga. Un tema al que no se está prestando la atención debida y que debería haber sido el centro del debate porque son millones los jóvenes que a diario juegan con la droga, pensando que la dejaran en el momento que quieran. Sin darse cuenta que es el peor de los venenos, o tan peligroso que una vez que lo pruebas quedas atrapado en sus redes para siempre.