Tras el atún rojo

ESTÁ CLARO que existe y sintonía entre José Luis Rodríguez Zapatero y Pasqual Maragall, que además son muy buenos amigos. Tú no te vas a pescar atún rojo con alguien con el que no tienes confianza o que no es tu amigo. Sólo con esta apreciación sería suficiente para que nadie albergara reticencias sobre el pensamiento o los planes del presidente de la Generalitat de Cataluña. Al PP no le dio ningún resultado su estrategia de desgaste del PSOE exhibiendo el fantasma de la antiespañolidad y atribuyendo a ese partido flojera o desgana en lo referido a la organización territorial del Estado. Más bien lo que la mayoría de los españoles ha percibido es que el Gobierno socialista y su presidente lo que quieren es dar un impulso democrático también en ese terreno, saliendo de la noria sin fin de las desconfianzas y de la negación sistemática de que cada territorio diga cuál es su particular aspiración. La democracia es lo que tiene: que debe de permitir que cada cual diga lo que quiere, en lugar de imponerle lo que no quiere. Por lo demás, es evidente que nada se hará de manera definitiva si no se cuenta con el suficiente consenso y respetando la Constitución, como acaba de reiterar Jordi Sevilla. Otra cosa es que también se planea reformar la Constitución, en los términos por todos conocidos. Pero el ministro ha dicho algo tan razonable como que el Estado autonómico carece de mecanismos tan elementales como la conferencia de presidentes, algo ya normalizado en países de parecida estructura territorial a la nuestra como Alemania o Austria. Es cierto igualmente, como ha dicho Sevilla, que es preciso contar con el acuerdo del PP, el principal partido de la oposición, que en principio era contrario a cualquier cambio estatutario o constitucional, pero que poco a poco, sobre todo tras la marcha de Aznar, va entrando por el camino razonable. El PP ya se ha quedado solo demasiadas veces en los últimos años como para querer prolongar tan triste estrategia. A partir de septiembre todo se pondrá en movimiento.