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Publicado por
LUIS DEL VAL
León

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LA AUTORIZACIÓN en el Reino Unido para clonar embriones con fines terapéuticos impide que se siga silbando mientras se mira el paisaje enmarcado en la ventana. El gran debate está servido hace tiempo, pero el vértigo a lo nuevo, el pánico a las consecuencias, la escasa presión de los intelectuales sobre la sociedad, la medrosidad de los políticos a abanderar cualquier asunto que no esté demostrado estadísticamente que va a ser aplaudido, y -¿por qué no decirlo?- la miseria hedonista de unas sociedades más preparadas para el consumo que para discurrir, aplazan lo inaplazable, aunque ya no se pueda decir que los ruidos del gran problema que llama a la puerta sean producto de la imaginación, porque no haya nadie al otro lado. El gran reto biogenético está ahí con toda su complejidad ética, moral, religiosa, científica y social. Desde luego, en el siglo XIX hubiera sido imposible imaginar un Código de la Circulación semejante al que existe hoy, y pensar que hubiera una norma que prohibiera a los vehículos (calesas, tilburíes, carromatos, diligencias) circular a más de 90 por hora, hubiera llenado de perplejidad a cocheros y palafreneros. Bueno, pues de la misma manera que ahora a los coches hay que ponerles límites de 120 por hora en autopistas, ya estamos ante la posibilidad de la clonación legal de embriones, donde por un lado se abren enormes posibilidades médicas para sanar enfermedades hoy imposibles, y, por otra, abre el estremecedor camino de una biorreproducción. El gran reto está ahí, y mientras nuestros representantes políticos están tan enfrascados en esa reforma de la Constitución que lo va a curar todo, que no tenemos tiempo para estos otros asuntos, que van a marcar nuestro siglo. Y es que nosotros hemos vuelto al XIX. Casi a Cádiz. ¡Viva la Pepa!.

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