Diario de León
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JOSÉ CAVERO
León

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PUDIERA PARECER que sólo cabe una organización terrorista y que los atentados criminales del 11-M cometidos por los fanáticos islamistas han conseguido desplazar y restar credibilidad a la banda ETA. También pudiera parecer que los propios etarras no terminan de saber qué estrategia emplear después del pavoroso atentado de los trenes de cercanías de Madrid, de hace cinco meses. Lo cierto es que la banda terrorista ETA, ya sea por esa clase de razones psicológicas o de imagen pública, o bien por causa de la persistente persecución que ha venido padeciendo por las fuerzas de seguridad del Estado, y que han conseguido reducir sustancialmente su capacidad de causar daño, no termina de levantar cabeza, aunque en las últimas semanas haya pretendido dar muestras de regreso a los modos y escenarios de actuación que le han sido familiares y constantes: violencia callejera en las fiestas guipuzcoanas y atentados con bomba en zonas turísticas veraniegas. ¿Cuál es la banda terrorista ETA de nuestros días?, se preguntan cada vez con mayor frecuencia los estudiosos del fenómeno. Sin duda, la de siempre, pero disminuida por la eficaz persecución policial. Y en razón de su firme propósito de seguir existiendo, practica la bomba veraniega contra intereses turísticos, y si tiene oportunidad, y contra todo propósito, pone en pie la lucha callejera o terrorismo urbano, como días atrás en San Sebastián. Todo es lo mismo, o responde al mismo esquema de actuación: sorprender con terror a la ciudadanía, demostrar que pervive pese a las condiciones desfavorables, y tratar de seguir deseando tener incidencia en la marcha de la política. Ahora mismo, se supone que debiera estar ya en vigor un tiempo de ausencia de violencia, conforme lo definió el lehendakari Ibarretxe, que permitiría, en su momento, efectuar una consulta popular sobre el Plan Ibarretxe que pronto comenzará a debatir el parlamento de Euskadi. Pero esa ausencia de violencia no termina de llegar, sencillamente porque esa eventual tregua vendría a significar que ETA da su aprobación y consentimiento al plan soberanista del lendakari Juan José Ibarretxe. ¿A cambio de qué? ¿Quizá de manera gratuita? También un cese de violencia como el que reclama el propio Ibarretxe, y que llega a condicionar el resultado final de su controvertido plan pudiera estar requiriendo alguna clase de negociación o pacto previo con la propia dirección etarra. Y mientras tanto, todo sigue igual en el seno de la banda etarra, salvo las limitaciones que plantea la eficacia policial y unos niveles de ingresos económicos que se han recortado sustancialmente en los últimos tiempos. Pero, por lo demás, algaradas en las fiestas de las capitales vascas y atentados propagandísticos en zonas de playa -unos veranos en el Mar Mediterráneo, otros en el Cantábrico, unas veces en la costa levantina, en la andaluza, esta vez de nuevo en Cantabria y Asturias-, es lo que corresponde hacer a una banda terrorista muy experimentada, «bien gestionada y dirigida».

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