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Publicado por
CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS
León

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LA GRECIA en la que se celebran los Juegos Olímpicos es un país con una aceptable autoestima. En lo deportivo el triunfo en Lisboa fue un buen aperitivo; la terminación de las obras a tiempo ha demostrado la capacidad administrativa y tecnológica del país, gobernado en estos momentos por la derecha. La gran Atenas es la expresión del dinamismo, a veces del caos urbanístico y con una ausencia de estética que uno lamenta de modo especial por tratarse de la cuna de los cánones que aún siguen rigiendo los gustos del mundo occidental. La sociedad griega de hoy crea, compite, crece y, sobre todo, confirma su conciencia nacional, tan castigada durante siglos. La buena fama de la Grecia actual ha quedado bien reflejada en una encuesta reciente. Consigue un juicio muy favorable para el 54 por ciento de los alemanes, el 53 de los norteamericanos, el 50 de los españoles y el 47 de los británicos. Sin duda alguna, tales resultados no habrían sido posibles entre los turcos. No sólo les divide Chipre, sino la historia de una dominación secular. En todo caso para muchos europeos la frontera de la UE termina con el país donde nació la democracia y, en general, la cultura que forma parte de la centralidad del espíritu que intentaron rescatar los Monnet y los Schuman. La aspiración de los 70 millones de turcos a entrar en el club europeo es una pesadilla para la pequeña Grecia. ¿Es definitorio el cristianismo en la definición de Europa o cabe la integración en ella del elemento islámico con el que siempre se enfrentó? Con ocasión del retorno de los Juegos Olímpicos al país donde nacieron convendría no olvidar algunos hechos, especialmente cuando los queremos envolver en la leyenda histórica. En este sentido conviene recordar que los JJOO actuales sólo tienen que ver con los que se celebraron en Grecia a partir del 776 a. C. y durante mill años, en el aspecto deportivo y aún de forma muy limitada. Si los actuales son laicos y competitivos, los míticos fueron religiosos en primer lugar. La celebración en Atenas nos obliga más en esta recuperación de la memoria. Para tanto escritorzuelo de nuestros días estetizante o prosaico en el peor sentido del término; para tanto cronista desinformado debería quedar claro que los JJOO no fueron unas celebraciones paganas sino radicalmente religiosas. Si los griegos establecieron el calendario por olimpiadas, es decir, por los períodos que transcurrían entre unos Juegos Olímpicos y otros, y si estos se celebraban en un contexto religioso, deberemos al menos tener presente esa diferencia. Grecia no fue ni tan terrenal ni tan sensual como quieren definirla los exaltadores de un falso Mediterráneo. Sólo desde el analfabetismo se puede identificar JJOO con paganismo y sólo desde el dogmatismo ilustrado se les puede separar de la trascendencia religiosa. Del mismo modo que se niegan a admitir que aquella realidad espléndida que fue la vida pública en la Grecia clásica tuvo como escenario una naturaleza árida, hosca, dura. Negar ese hecho equivale a negar la gran conquista que supuso la civilización griega, y negar la grandeza del ser humano, en este caso, griego. 1397124194