Diario de León
Publicado por
RAFAEL TORRES
León

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ANTE NINGÚN tribunal prosperaría la sanción de Tráfico a un automovilista equipado con un chaleco reflectante de todo a cien. Compete la Administración y no a los particulares, ciertamente, controlar la calidad de mercaderías que se expenden, sean éstas anchoas, electrodomésticos, juguetes o chalecos reflectantes, así como impedir el contrabando de bienes y artículos no sometidos a inspección, pero aparte de esto,que ha suscitado una de esas aburridas polémicas de verano, hay que reconocer que lo de la obligatoriedad de los dicho chalecos luminiscentes está muy puesta en razón. Sólo un pero, el aspecto estrafalario que confiere, innecesariamente, al usuario. La precaución de que no le atropellen a uno cuando sale del coche a causa de alguna contingencia no tiene por qué estar reñida con la estética. El diseño de esos chalecos es, en verdad, espantoso, y no digamos los colores que oscilan entre un gris nata de la banda reflectante y el butano o el amarillo muerto del fondo. A los pobres barrenderos, y a los de mantenimiento de las carreteras, y a los guardias de tráfico, y a los de ambulancias y hasta a los del camión de la basura ya les colocaron ese disfraz payasesco y espeluznante, que es el mismo, en esencia, que nos quieren poner a todos cuando salgamos del coche a hacer pis o a levantar el capó, luego de haber detectado un ruido inquietante, para no comprender nada de lo que vemos, salvo la batería. ¿Por qué y para qué esa fealdad, esa birria de chaleco, ese adefesio vergonzoso? ¿Qué necesidad hay? Se trata de que la prenda sea llamativa, pero no necesariamente por lo horrible, de modo que Tráfico, en vez de seguir intimidando a los automovilistas pobres que compran el chaleco por tres euros en cualquier chinesco zaquizamí, debería convocar un concurso público de diseño.

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