Plaga de pulgas

HAY MÁS GATOS en la Chantrea, barrio popular de Pamplona parecido al Ejido de León, que pelos en la anatomía de una siciliana sin depilar. Estos felinos, promiscuos, folladores, paridores, maullantes y gordos como trullos, deben su prosperidad a la caritativa costumbre, de jubilados y amadores de la tribu gatuna callejera, de darles de comer la carne que debería terminar en la bolsa de basura orgánica. Como hay mucho jardín semiabandonado, leñeras ya sin cisco, callejas sin tráfico y mucho paseante ocioso dedicado a cebarlos, el censo se estima en dos millares de mininos cimarrones, sin dueño. Ni qué decir de los excrementos, conciertos de maullidos nocturnos y espectáculo de estos mamíferos cimarrones, bautizados jocosamente como okupas gatunos forales, en un ayuntamiento siempre de derechas, gobernado por la alcaldesa Barcina, terror de punkis, contraculturales y okupas de dos patas, bípedos humanos expulsados a porrazos por los municipales en cuanto intentan colonizar algún terreno privado o las calles de lo Viejo. Todo marchaba bien, hasta que en julio, coincidente con las altas temperaturas y la nube de desperdicios bocadilleros de Sanfermín, ofrecidos a estos parias, se desata en la pulcra capital navarra -famosa por la clínica del Opus Dei en la que sacan los cuartos a muchos pacientes de León, los que viajan en el inagurado vuelo de Lagun Air- una terrible plaga de pulgas transmitida por los gatos al populacho. Se arma la de Dios y los munícipes, acojonados por la picazón y las protestas, deciden que una empresa ambiental capture los gatos sin dueño, llevándolos a una gatera tipo perrera, en la que quien quiera, si le gusta algún félido, puede adoptarlo. Además, el bando municipal prohibe alimentar a estos Felis domesticus callejerus ,vagos que huyen de cazar roedores, costumbre que cansa mucho. El follón es de órdago, y Barcina, la Gaticida, es acusada de antiecologista. San Francisco de Asís, vuelve.