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Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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UNAS DECLARACIONES, y en particular si no se ajustan a lo políticamente correcto, pueden hacer popular a un mando político en unas cuantas horas, o pueden enviarlo al cartel de los gazapos, por igual. Antonio Camacho, secretario de Estado de Seguridad, está pasando su propio purgatorio por razón de la definición que hizo días atrás, de la lucha callejera o de los incidentes de esa clase de terrorismo urbano. Camacho consideró esos disturbios como «una forma desagradable de divertirse», y ha organizado todo un escándalo, sobre todo en las filas de los anteriores responsables de la lucha antiterrorista del PP. Para éstos, es escandalosa la inadecuada utilización del lenguaje en materia tan delicada como peligrosa. Hay bastante coincidencia en apreciar que fueron declaraciones poco afortunadas. El terrorismo urbano de los jóvenes etarras o filoetarras estuvo muy presente en la vida social vasca hace unos años, y no parecía haber remedio a esa forma de producir la desolación del pueblo o localidad elegida por los bárbaros. En unas pocas horas de cualquier madrugada terminaban con el inmobiliario urbano, y sobre todo con la paz y garantía de seguridad de los ciudadanos. No hubo duda, jamás, de que esos «jóvenes de la gasolina», como los definió Xavier Arzalluz, respondían a consignas de los «mandos etarras» y a la estrategia de esos mismos mandos. Ciertamente, es poco adecuado referirse al episodio como «forma desagradable de divertirse unos jóvenes». Parece mucho más conveniente preguntarse si nos hallamos ante una oleada del mismo terrorismo urbano, y cómo se ha llegado a este punto. Si alguien ha bajado la guardia, si se ha tomado buena nota para evitar que esta clase de actuaciones vuelvan a ser cosa corriente en la vida vasca, si las fuerzas de seguridad del Estado actuarán conjuntamente con la Ertzaintza para que tal cosa no suceda, etcétera. Parece que todo eso es mucho más importante que cebarse en el autor de una definición desafortunada. Acebes, Michavila, Iturgáiz, han salido rápidamente a dar lecciones al novato Camacho. Acaso sin tener suficientemente en cuenta que fueron expulsados de la responsabilidad del poder por unos mochileros que dejaron en los andenes los cuerpos de casi doscientas víctimas mortales, y consiguientemente, suspendieron con la peor nota el curso de garantía de la seguridad física de los ciudadanos. Esos profesores quedaron descalificados para siempre.

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