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Publicado por
JAIME FERNÁNDEZ BOBES
León

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DESDE la perspectiva de un mero aficionado, con largas décadas de experiencia en la pesca de los ríos de la montaña de León, y más concretamente en el Esla, no puedo dejar de expresar estas opiniones ante el extraordinario desastre ecológico que se constata, una vez ya avanzada esta temporada. Porque la realidad es que los ríos están agónicos y el Esla, otrora considerado por muchos el río más truchero de España, está sencillamente muerto. No se trata de una actitud catastrofista, sino de la constatación de la realidad. El Esla está muerto, sin truchas, y bastará considerar que sus márgenes están vacías de pescadores. Asistimos sencillamente a una catástrofe ecológica, y no cabrán paliativos ni eufemismos para ocultar esta realidad. Este desastre afecta no solamente a los pescadores aficionados, sino que también es un desastre económico para las comarcas de la montaña leonesa. De una concepción de la economía social, difusa, pero no por ello menos significativa e importante. Cierto que los ciudadanos soportamos las proclamas políticas, de todos los signos, acerca del «desarrollo sostenido, a partir de los recursos naturales, etcétera», pero también será más cierto que uno de los recursos turísticos por excelencia en la montaña, la pesca, ha desaparecido ante la inoperancia, y también complicidad, de los órganos políticos y administrativos supuestamente responsables. De la desastrosa gestión del Servicio de Medio Ambiente, y por citar algunos, bastarán tres sencillos ejemplos. Uno referido a la oferta para el sorteo de los cotos en el alto Esla, las Salas y Valdoré. Estos cotos llevan años sin truchas, y pese a ello también esta temporada han sido engañados los pescadores que han abonado sus tasas para constatar el fraude. Y no se tratará de la obtención de cantidades económicas, exiguas, por los gestores administrativos medioambientales, sino de la obstinación más estúpida de los funcionarios en desconocer la realidad de la muerte del tramo alto del río, manteniendo la apariencia de la existencia de «cotos trucheros», donde en realidad no hay truchas ni especie piscícola alguna. Un segundo ejemplo podría ser el de los cormoranes, especie protegida por excelencia. Es obvio que estas aves son absolutamente extrañas en el medio, que una vez que desaparezca la pesca también desaparecerán, pero en aras de un proteccionismo a ultranza, también jaleado por asociaciones ecologistas subvencionadas, los cormoranes tienen licencia plena para contribuir a la agonía de los ríos. Y también brevemente queremos mencionar la última medida de declarar sin muerte una parte del embalse de Vegamián. En verdad que la sorpresiva medida de este año causa estupor. De una parte, porque limita la práctica de la pesca a los aficionados que en los últimos años y como alternativa al desastre en los ríos recurrían a la pesca en los embalses. Pero es que además, la realidad física del embalse del Porma describe una parte del embalse como acotado con pesca tradicional, y otra parte a través de una línea imaginaria en medio de las aguas, para la práctica sin muerte. Ciertamente que son útiles los tramos de ríos para la práctica de la pesca sin muerte, pero nada tiene que ver la pesca sin muerte con la pesca en embalses. Y sencillamente nos remitimos a la realidad de que nadie, absolutamente nadie, practica esta modalidad sin muerte en el embalse. El tema del embalse del Porma va más allá de esta medida y más bien remite directamente a prácticas y actuaciones oscuras por parte de los gestores medioambientales. En este embalse se vienen realizando en los últimos años repoblaciones exóticas, de salmones y de especies predadoras como el lucioperca, extrañas y peligrosas para las aguas tradicionales. Es obvio que determinadas personas y funcionarios han convertido este embalse en una finca particular, apta para experimentos turbios y que nunca serán explicados públicamente, y será pacífico admitir que sencillamente se pretende expulsar a los pescadores y ciudadanos, a fin de ocultar las tropelías propias. En el breve marco de este escrito, no podemos extendernos más. Y en verdad que cabrían innumerables ejemplos y datos de lo que se puede calificar como desastre ecológico y de los expresivos silencios de los responsables de Medio Ambiente. Ninguna explicación viene dada sobre la situación del Esla, sobre la idoneidad y oxigenación de las aguas de los fondos desembalsadas por las turbinas e la presa de Riaño, y en definitiva, sobre las causas de la muerte del río y de las posibles medidas para su recuperación. La contribución de la Montaña leonesa al progreso económico en extensas zonas de la comunidad es innegable, y se ha sustentado en el sacrificio de valles emblemáticos anegados por los embalses. Este sacrificio es ya irreversible, y no podrá ser objeto de discusión. Pero, también será de admitir que la generación de ingentes riquezas, en regadíos y producción eléctrica, deberá posibilitar la adopción de medidas para paliar o conservar, un mínimo de equilibrio ambiental tradicional, y de los recursos naturales de la Montaña leonesa. Caben medidas para conservar los ríos y podrán existir recursos y medios económicos, a partir de quienes obtienen los beneficios. Pero, se tratará ya en principio de decir la verdad, de no ocultar el verdadero estado de las cosas. Y en este sentido, el silencio de los responsables de Medio Ambiente, rayano en el desprecio absoluto a los ciudadanos, tiene también cómplices entre personas y asociaciones más atentas a las subvenciones y miserables prebendas, que a los fines de conservación de la naturaleza que preconizan. No obstante, los hechos son obstinados, y la muerte de los ríos de la montaña leonesa es una triste realidad, calificable sin paliativos como desastre ecológico. Esta situación constituye ya un verdadero problema público que deberá ser discutido abiertamente, también con la participación de los propios ciudadanos, en sus vertientes sociales, científicas, económicas y, en definitiva, de las responsabilidades políticas de los órganos supuestamente gestores del medio ambiente por parte de la Junta de Castilla y León.

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