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Publicado por
CONSUELO SÁNCHEZ VICENTE
León

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ANTES DE QUE empezase la guerra de Irak, la mayoría de los expertos que participaron en el largo debate sobre el aspecto puramente militar del conflicto, coincidían en que, aunque por potencia de fuego, las tropas anglonorteamericanas tenían la guerra ganada, ésta solo podría ser corta y limpia, como pretendía el trío de las Azores, si los iraquíes percibían a las tropas de la coalición atacante como libertadores. Pero, la premisa mayor del escenario ideal ha fallado: los iraquíes no se sienten liberados si no invadidos. La cadena de errores tácticos y estratégicos que Estados Unidos ha anudado a la ilegalidad radical del ataque, ha coadyuvado tanto a que el «no a la guerra» gane adeptos en la opinión pública internacional como a alimentar la resistencia de los iraquíes contra los invasores. En vez de la prometida democracia, al régimen sanguinario, despótico y de todo punto reprobable de Sadam Huseín le ha seguido el caos. Más de un año después de que el presidente Bush diese pomposamente por finalizada la guerra, la guerra continúa. Y, con el peor de los pronósticos. Desde el punto de vista militar, la victoria está clara. La hegemonía armamentística de la coalición y la mayor preparación de sus soldados es indiscutible. Pero, desde el punto de vista político, George W. Bush y Tony Blair podrían perder la guerra que ya ha perdido José María Aznar: la de la opinión pública, que es la que más le importa a los políticos cuyo poder depende de las urnas, advirtieron entonces los expertos. En este momento procesal nos encontramos. Sin la adhesión del pueblo invadido, una guerra «de conquista», como la de Irak, puede ser corta o larga, pero no «limpia». Para que la guerra sea corta, hay que machacar a la población civil, planchar el país invadido con bombardeos masivos. Y, si quieres proteger a la población civil tienes que ir a la guerra larga y asumir un mayor número de bajas propias, porque hay que tomar el país casa por casa. Pero las sociedades democráticas avanzadas toleran mal tanto que sus soldados vuelvan en féretros como los llamados efectos colaterales. Y pero, en mi opinión, lo primero que lo segundo: los muertos propios que los ajenos. Consumado el desastre, porque Irak es un desastre total, es posible que Bush, que hasta ahora parecía haber optado por la guerra larga, esté virando hacia la guerra corta. En Vietnam el ejército de Estados Unidos y, en sus carnes, todos los ejércitos del mundo, aprendieron que los periodistas son unos testigos muy incómodos. ¿Y qué si no garantizarse impunidad y manos libres (o sea, aplicar la lección de Vietnam) puede perseguir que los mandos de la coalición, a través del gobierno títere local, hayan expulsado de la ciudad de Nayaf, donde se han hecho fuertes las tropas del iluminado clérigo Al Sáder, a los periodistas que seguían sobre el terreno la batalla por la mezquita de Alí?. Con el mayor respeto hacia los muertos extranjeros de esta guerra atroz: para los iraquíes, aunque parezca imposible, lo peor puede estar por llegar.

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