Vuelta al pluralismo

UNA FACETA importante del gran cambio de estos meses es el retorno del pluralismo político como factor activo y componente básico del funcionamiento de la democracia. Durante el aznarato, el ejercicio de la mayoría absoluta fue implacable e inclemente y en el panorama no se visualizaba nada más que el poder y su partido y una oposición del PSOE que a trancas y barrancas trataba de situarse en el lugar político e institucional que creía corresponderle. Y todo lo demás, prácticamente no existía a los efectos políticos. El resultado electoral del 14-M se llevó por delante tales aberraciones y restableció un Parlamento plural. Partidos demonizados por el poder aznarista emergían con todo su peso y toda su dignidad democrática: IU, ERC, PNV y BNG. España no es bipartidista, sino plural y ahora es cuando quedaba más claro. Los responsables del PP se habían pasado años demonizando, desacreditando y deslegitimando a diestro y siniestro a todos aquellos que política, ideológica o estratégicamente no comulgaban con ellos y no digamos a los que se les oponían frontalmente. Las viejas historias de las tinieblas exteriores de la anti España se enseñoreaban de nuevo de la piel de toro y las islas. Los coros mediáticos aplaudían y/o azuzaban hasta límites vergonzosos. Con la nueva situación, el llamado talante ZP, que les hacía mucha pupa, era ridiculizado y acusado de debilidad, de cesión, de fomentador de la inestabilidad, etc. Después fueron adaptándose un poco a la nueva realidad y ya no les salían aquellos briosos improperios de la primavera. Seguramente por cansancio, por aburrimiento por comprobar que eso ya no se lo tragaba nadie. Con el retorno del pluralismo, volvía también el respeto democrático a todas las opciones, algo tan elemental que casi sonroja mencionarlo.