Lobadas

LAS LOBADAS, ataques al rebaño, suceden sobre todo en agosto y septiembre, aunque ocurren todo el año. Estos desaguisados de final del verano coinciden con el momento en que los lobeznos se entrenan a cazar, guiados por los adultos. En la vida del cánido, Castilla y León es tierra interesante: hay muchas presas salvajes (corzo, jabalí, ciervo, conejo y liebres) y ganado en el campo, junto con basuras; escasísima densidad de población rural, y montes, cultivos y páramos en extensión tan grande que, de tal amplitud, surgió el ancha es Castilla. Este presunto paraíso del feroz peludo -solo dominado por Caperucita Roja con la cesta- tiene, para la bestia, un inconveniente: es animal cazable, especie cinegética al norte del Duero, eso sí, con capturas limitadas a un período del año, salvo autorizaciones puntuales para controlar grupos conflictivos por su afección a las reses domésticas. Al sur del Duero, protegido y con pocos ejemplares, la Junta intenta controlarlo para evitar problemas al vacuno de carne y lidia y lanar que pasta en dehesas. Javier Talegón ha presentado los datos de daños en Zamora. En Tierra de Campos, sector de lanar que duerme en el redil, cada ataque se cobra una media de 2,84 ovejas. Al sur del Duero, por Sayago y Tierra del Vino, donde las churras aprovechan pastos limitados por muros de piedra o vallados, sin protegerlas de noche, las pérdidas son más cuantiosas, de 7,76 reses por ataque, aunque los perros asilvestrados son aún más dañinos y se cargan 11,6 ovejas por fechoría. Aciertan los planes de la Junta de Castilla y León que combinan más presupuesto de indemnización, seguros, control poblacional y prevención mediante mejores usos ganaderos. Respeto al pastor, no al ganadero jeta y absentista, que se hace la víctima cobrando jugosa subvención año tras año. Menos demagogia: el lobo no convierte a León en carnicería ovejuna, ni el que tiene borregos pordiosea con la boina. Sobran voceros que hacen del lobo otro Bin Laden.