Ausencia de frío

AL INVIERNO le queda menos de un siglo. Nosotros, claro, no lo veremos, pero nuestros nietos celebrarán la Navidad con la misma temperatura con la que la festejan ahora nuestros primos argentinos. No es el argumento de la última producción catastrofista de Hollywood, ni la profecía de ningún iluminado aprendiz de Nostradamus, ni tan siquiera el cálculo agorero de un ex-marxista reconvertido al ecologismo radical. Lo comunica fríamente -perdón por el chiste- la Agencia Europea del Medioambiente, que no sé muy bien qué es pero suena a serio. Sí, ya sé que estarán ustedes tan absorbidos por lo fashion de las fotos en Vogue de nuestras ministras que no tienen tiempo para las zarandajas climatológicas, aunque las lluvias de agosto les hayan fastidiado las tardes de piscina, pero lamento comunicarles que todo parece indicar que el planeta se nos va de las manos, la naturaleza busca su equilibrio por libre y pasando de la especie que tanto le ha tocado las narices y en unos cuantos lustros toda nuestra península tendrá un paisaje perfecto para rodar un remake de Lawrence de Arabia. Tenga en cuenta, además, que ningún gobierno le va a descubrir toda la cruel realidad de la situación porque, ante la gravedad del asunto, cualquier remedio supondría renuncias inaceptables para el acomodado mundo occidental, que tendría como primera consecuencia la caída del gobierno que tomara tales decisiones drásticas. Despreocúpese por tanto del efecto invernadero, de las pérdidas de once mil millones de euros que las catástrofes naturales provocan cada año y en herencia deje a sus nietos un buen abanico y un botijo. Tal como van las cosas, los necesitarán, porque difícilmente podrá entender el haiku del maestro Basho: «Y ahora/ vamos a contemplar la nieve/ hasta caer agotados».