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FEDERICO ABASCAL
León

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EL CONSEJO de Ministros del viernes próximo clausurará las vacaciones oficiales, y las fuerzas políticas empezarán a dibujar el futuro, poblado siempre por hechos que no han sucedido aún, pero a los que el presente desea configurar. La configuración de los Presupuestos Generales del Estado para el 2005 ha sido esbozada en Menorca por Rodríguez Zapatero con trazos altamente sociales, sobre todo en Vivienda, Enseñanza e Investigación. El presidente del Gobierno, en su alocución a unos militantes del PSOE, resucitó la palabra carca, desatendida últimamente, refiriéndose a las actitudes que se oponen al laicismo y a ciertos proyectos legislativos más propios de un partido radical que de uno socialista. Tendrán los nuevos Presupuestos del Estado un claro matiz social, pero su aprobación parlamentaria va a exigir duras negociaciones entre el Gobierno y los nacionalismos, por una parte, y entre el Gobierno y las fuerzas de izquierda, por otra. IU y Esquerra Republicana, aunque sientan una clara afinidad con los proyectos socialistas, ya han anunciado que sus votos no serán ni mucho menos gratis total. El kilo de diputado de ERC subirá de precio en Madrid como ha subido en Cataluña, y Zapatero deberá pagarlo. Hay suficientes indicios para suponer que el modelo catalán va a configurar la política de Madrid, es decir, del Estado, lo que si, por un lado, tonificaría al Gobierno del PSOE, y al de Maragall obviamente, por otro originaría tensiones en la sociedad española, a uno de cuyos sectores, nada minoritario, califica Zapatero de carca,. Dada la aritmética parlamentaria, no cabe la menor duda de que el laicismo que defiende Zapatero puede alcanzar altos niveles legislativos, siempre que las fuerzas nacionalistas se abstuvieran de votar en el Senado, pero ello a cambio de que sociedad reviviera un fuerte choque semántico, entre lo laico y lo carca, o como en el XIX entre el progreso y la reacción . De ahí la importancia del congreso nacional del PP en los tres primeros días de octubre. La derecha española, o el centro/derecha, debiera evadirse de esa encerrona o, más bien, trampa de adjetivos calificativos que le tiende el PSOE, intentando identificar a los populares con las admoniciones de algunos obispos sobre asuntos en los que la Iglesia, aunque sin voto, tiene voz indudable. Sería bueno que el PP interpretase en su congreso la no confesionalidad del Estado como un laicismo moderno y respetable, que no hiriera ni a su propia clientela.

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