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Publicado por
RAFAEL TORRES
León

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EN OSLO viven obsesionados por la seguridad, casi nadie roba. Lo malo es que en avión se pones uno en Noruega en dos o tres horas, y que ésta circunstancia es sobradamente conocida por los ladrones del mundo. Oslo debería estar más lejos, o no tener aeropuerto, ni aviones, y así podrían sus habitantes preservar no sólo sus tesoros artísticos, sino su entrañable candor escandinavo, pero lo cierto es que Oslo está donde está que el mundo es como es, que las obras de arte valen lo que cuestan, y los pobres se enfrentan al dilema de seguir viviendo confiados o convertirse en paranoicos de la seguridad. El grito , de Munch, es una obra extraordinaria, y tanto más cuando el autor pintó cuatro versiones de ese alarido desgarrador que se ha convertido en símbolo, en arquetipo casi, de la angustia irremediable del ser humano. Afortunadamente, los cacos solo se han llevado una de esos gritos, tal vez, eso sí, el más conocido y celebrado, el mismo que ya se llevaron hace diez años de la Galeria Nacional de Oslo, donde entonces se exhibía, y que fue recuperado por la policía tras laberínticas investigaciones. Pero, ay, los ladrones no se han conformado con esta vez con El grito de Munch, sino que se han llevado también su maravillosa Madonna que sólo pintó una y es una irrepetible imagen del ministerio descarnado y profundo de la mujer. Pero hay razones para confiar en la recuperación de las obras robadas mediante la simple operación de descolgarlas de la pared y llevárselas bajo el brazo y a punta de pistola. Los noruegos, que son candorosos y confiados, y que no viven obsesionados por la seguridad, disponen, en cambio, de una policía sagaz como ella sola que está deseando demostrar al mundo lo que vale. De hecho, si en Noruega se robará más, la policía, más entrenada, ya habría dado con los cuadros y con los ladrones.