Diario de León
León

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EL GOBIERNO francés ha homenajeado a los españoles que liberaron París. Cuando Ulises regreso a Itaca, tras años vagando después de la guerra de Troya, su perro Argos murió de la emoción al reconocerlo. España ha sido la Itaca de muchos españoles, de demasiados. Precisamente, en estos días se ultiman los preparativos para que el Panteón de los Hombres Ilustres de León reciba parte de las cenizas de Gordón Ordás. Y con ellas, las de su mujer, fiel compañera de penalidades, madre amorosa. Cuánto se ha añorado León en el exilio. Volveremos sobre ello en los próximos días. Mi amigo Manuel Durruti me aborda en la calle Ancha y me espeta «demasiado tarde, Eduardo, demasiado tarde», en relación a los homenajes a los republicanos españoles que derrotaron al nazismo. Tienes razón, le digo, pero la Historia tiene un sutil sentido del tiempo, aunque siempre acaba impartiendo su justicia poética. Quién sabe. A lo mejor debemos ser nosotros quienes saldemos las deudas de Aquiles y su cólera, desatada en los años micénicos. A lo mejor somos nosotros quienes tenemos que llorar por el rey Príamo, capaz de besar las manos de su enemigo para que le devuelva el cadáver de su hijo Héctor. Lo mismo, quizá ocurre con nuestra guerra civil, aquel estallido de vacío y de plenitud. Quién sabe a quien le estaban destinadas las lecciones perdidas. Nunca es demasiado tarde, querido Manuel Durruti, ni tan siquiera cuando aparentemente lo es. La vida es tan misteriosa, tan inescrutable sus plazos y significados. Quién sabe...hay tanta verdades aún por proclamar, en todos los idiomas de la tierra. Aceptemos las pequeñas victorias, quizá las más grandes, esas que ya ni siquiera necesitan vencedores y vencidos. Después de todo, el destino de los héroes es fundirse con la noche y el humo que dejan las hogueras. Lo verdadero siempre regresa, porque no se fue. Mientras, el amor es lo que cuenta. Y la belleza. Y la integridad. Sí, quién sabe...

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